jueves, 1 de marzo de 2012

Una voz en el silencio, ¡aún!, Mercedes Fórmica

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Logró atraer hacia el tema de capacidad jurídica en la mujer atención entre muchos de nuestros mejores profesionales del Derecho; pero todavía más fue despertarla de hombres y mujeres no profesionales en general, es decir lo que atención pública se llama, sobre dicho mismo asunto.

Hace medio siglo largo que Mercedes Fórmica logró ya, durante aquellos duros años de una primera postguerra con el nacionalcatolicismo bajo Dictadura, las primeras reformas contra discriminaciones negativas para la mujer en muchos artículos del Código Civil, del Código Penal, del Código de Comercio y de la Ley de Enjuiciamiento... Pero, sin embargo, solía decir «Me silenciaron. ¿De buena o de mala fe? No lo sé. Lo cierto es que desde que murió Franco hasta hoy, las personas que han tratado el Derecho privado no han nombrado aquella reforma. Como si no hubiese existido».

Recordaba, en el 'Catoblepas' nº 120 del Nódulo materialista, J.M Gª Tuñón cómo toda la historia pudo terminar de arrancar por aquel tan distinto entonces.

"... El alta en el Colegio de Abogados, como era su caso, obligaba a realizar el «turno de oficio» cuando las circunstancias lo demandaran. La vigencia de la pena de muerte le atormentaba cuando tenía que afrontar algún caso castigado con ella. Un día la prensa publicó la agresión de una mujer a manos de su marido que le había asestado varias puñaladas. Un joven periodista quiso averiguar más detalles del suceso y se entrevistó con la mujer que le confesó que no era la primera vez que recibía malos tratos. Cuando el periodista le preguntó que cómo lo consentía, la mujer le respondió: «Intenté separarme, pero el abogado a quien consulté me dijo que lo perdía todo. Hijos, casa, mis pocos bienes»{11}. Aunque hoy parezca mentira, la mujer decía verdad. Esta injusticia le hizo pensar a Mercedes que algo había que hacer para reparar uno de los mayores atropellos que en aquellos años sufría la mujer casada. Fue entonces cuando se le ocurrió denunciar aquella absurda ley, que dejaba indefensa a la mujer ante la separación, con la publicación de un artículo que, previamente, estuvo tres meses congelado por la censura; lo tituló El domicilio conyugal, alcanzando enorme éxito, incluso fuera de España, y que por su interés reproducimos en su totalidad:

«En un hospital madrileño agoniza una mujer, víctima de doce cuchilladas. La noticia, extraída de entre los que pregonan el discutido Premio Nóbel, el nuevo estatuto de Trieste, el repugnante asesinato de Bobby Greenlease, o la catástrofe de Cestona, pasa inadvertida, cuando no por vulgar, deja de ser aleccionadora, ya que al ahondarse en las razones que llevaron a este final sangriento se pone en claro que la muerte de la desgraciada mujer la provocó la convivencia, una convivencia, que por humanidad, debió de ser evitada. La historia es realista, amarga. Un marido que se niega a entregar a su esposa el producto de su trabajo para mantener a la familia, compuesta por los padres y tres hijos; una esposa, que, a fin de sacar adelante a esa misma familia, se afana en tareas agotadoras, de la mañana a la noche. A menudo, ruega al marido que cumpla con su obligación de jefe de la casa. El marido se limita a golpearla, límite bastante suave en un hombre que llegará hasta el parricidio. De estos golpes existe constancia abundante en la Comisaría del distrito. Se me dirá, por el público ingenuo, que antes de dejarse matar, esta mujer pudo separarse legalmente de su marido, invocando la causa segunda del artículo 105 del Código Civil. Un grave obstáculo, sin embargo, se lo impedía: la escasez de vivienda.


Nuestro Código Civil, tan injusto con la mujer en la mayoría de las instituciones, no podía hacer una excepción con la esposa, y la casada que se ve en el trance de pedir la separación; aun en aquellos supuestos en que su inocencia está comprobada, ha de pasar por el previo depósito, que en este caso habrá de ser realizado fuera del domicilio conyugal, y ya el proceso de separación en marcha, el juez le entregará, o no le entregará, los hijos, los bienes muebles, fijará una pensión alimenticia, pero lo que ningún magistrado sentenciará –entre otras razones porque carece de facultades para ello– es que sea la esposa la que permanezca en el domicilio común y sea el marido culpable el que lo abandone. En otra época, la medida, aunque injusta, planteaba problemas secundarios; hoy esta parcialidad lleva a las doce cuchilladas. Qué duda cabe que en estos tiempos, en que el desequilibrio entre habitantes y habitación ha planteado un problema de gobierno y ha dado vida a una ley tan revolucionaria como la de los Arrendamientos Urbanos, pocas mujeres se arriesgarán a dejar su casa para lanzarse a la aventura de vivir debajo de un puente, o en un cuarto de renta nueva e inaccesible. La mujer que se encuentra en esta situación se resigna, y aguanta hasta el límite, que, como en el supuesto que nos ocupa, es la propia vida.


La defensa de la familia cristiana, imprescindible para el logro de una paz duradera, se consigue con la convivencia pacífica, equitativa, en la que cada cónyuge lleve su carga y cumpla con su deber. Es contraproducente para este logro el ejemplo a los hijos de la repetida mala conducta del más fuerte, que lo es sólo porque le mantiene una ley arbitraria. Los señores jueces deberían tener facultades para otorgar la titularidad del domicilio conyugal al cónyuge inocente, en este caso a la esposa, ya que, en definitiva, el domicilio conyugal es la casa de la familia y no «la casa del marido», como dice la ley. La familia ganaría en moralidad y buenos ejemplos, y los hijos varones conocerían a tiempo que su mala que su mala conducta futura no se verá salvaguardada por el Código Civil, aliado a circunstancias de momento, escasez de vivienda en este caso. Los buenos padres, que por lo general son también los buenos maridos, adquirirían la certeza de que sus hijas quedaban liberadas de una surte dura. Esa mujer, que a la publicación de esas líneas quizá ya no sea, representa algo más que la protagonista de un suceso de sangre, representa un símbolo: el de la buena esposa, excelente madre de familia, a la que una injusticia de la ley llevó al inútil sacrificio de su vida. No permitamos que su caso se repita. Hora es ya de prevenir, en lugar de lamentarse, de escoger el camino del diálogo y no de la violencia, cuando se pretende implantar una reforma justa. En apoyo de mi teoría diré que en el Congreso de Abogados celebrado en Madrid el pasado año se puso de manifiesto la necesidad de reformar la ley en este sentido, y como detalle digno de tenerse en cuenta, señalaré que fueron los abogados sacerdotes, a los que sus circunstancias hacía imparciales, los que se pronunciaron a favor de esta reforma.» (ABC, Madrid, 7-XI-1953, pág. 9.)

El artículo tuvo enorme éxito no sólo en España sino fuera de nuestras fronteras. Un amigo suyo le remitió un recorte del periódico The New York Times quien a través de su corresponsal en Madrid publicó una larga referencia del escrito. Por otro lado, en un trabajo dedicado al mundo femenino, la revista Holiday hizo un reportaje fotográfico de aquellas mujeres que más habían destacado en sus respectivos países. Robert Capa, director de la misma, pidió a la fotógrafa Inge Morath{12} que en España fotografiara a Mercedes Fórmica: «Tú irás a España. Tienes que ver a una mujer extraordinaria. Se llama Mercedes Fórmica, es abogado, y defiende a las mujeres que no se pueden separar de sus maridos»{13}. Igualmente recogieron la noticia el Daily Telegraph y la importante revista gráfica Time, que le dedicó una página el 7 de diciembre rematada con esta frase escuchada a un madrileño: "Creo que empieza un gran torbellino. Gracias a Dios mi mujer no lee los periódicos"{14}. Otra prensa europea comentó también la noticia; incluso el semanario de la CNT dedicó palabras de elogio al artículo lo mismo que la que fue militante del PSUC, Lidia Falcón, quien escribió que «los artículos de Mercedes Fórmica recorrieron todo el país en pro de los derechos de la mujer. Se celebran inmediatamente cursillos y congresos convocados por la Academia de Jurisprudencia sobre el tema La mujer ante la ley. Durante cinco largos años se debate y se debate entre las irónicas respuestas de los que ven en la campaña un resurgimiento del loco y apolillado feminismo. Pero las cuchilladas no cuajan con el nuevo feminismo norteamericano, y a pesar de la resistencia de los tradicionalistas, el 24 de abril en 1958 se promulga una Ley por la que varían 66 artículos del Código Civil»{15}.

Y a partir de ahí merecería también la pena seguir recorriendo su ahora olvidado rastro un poco más...

1 comentario:

  1. Lo canta -muy guapa y oportuna mente- hoy, en víspera del 8 de marzo, nuestra gran Bebe
    ( www.youtube.com/watch?v=eSvXo-dNaJM ) =

    "Apareciste una noche fría
    con olor a tabaco sucio y a ginebra,
    el miedo ya me recorría mientras cruzaba
    los deditos tras la puerta.
    tu carita de niño guapo se la ha ido
    comiendo el tiempo por tus venas
    y tu inseguridad machista se refleja
    cada día en mis lagrimitas.

    Una vez más no, por favor, que estoy cansada
    y no puedo con el corazón,
    una vez más no, mi amor, por favor,
    no grites, que los niños duermen.
    una vez más no, por favor, que estoy cansada
    y no puedo con el corazón,
    una vez más no, mi amor, por favor,
    no grites, que los niños duermen.
    Voy a volverme como el fuego,
    voy a quemar tu puño de acero,
    y del morao de mi mejilla saldrá el valo
    pa cobrarme las heridas.r

    Malo, malo, malo eres,
    no se daña a quien se quiere, no;
    tonto, tonto, tonto eres,
    no te pienses mejor que las mujeres.
    malo, malo, malo eres,
    no se daña a quien se quiere, no;
    tonto, tonto, tonto eres,
    no te pienses mejor que las mujeres.

    El día es gris cuando tú estás
    y el sol vuelve a salir cuando te vas,
    y la penita de mi corazón
    yo me la tengo que tragar con el fogón.
    mi carita de niña linda
    se ha ido envejeciendo en el silencio,
    cada vez que me dices puta
    se hace tu cerebro más pequeño.

    Una vez más no, por favor,
    que estoy cansada y no puedo con el corazón,
    una vez más no, mi amor, por favor,
    no grites, que los niños duermen.
    una vez más no, por favor, que estoy cansada
    y no puedo con el corazón,
    una vez más no, mi amor, por favor,
    no grites, que los niños duermen.
    Voy a volverme como el fuego,
    voy a quemar tu puño de acero,
    y del morao de mi mejilla saldrá
    el valor pa cobrarme las heridas.

    Malo, malo, malo eres,
    no se daña a quien se quiere, no;
    tonto, tonto, tonto eres,
    no te pienses mejor que las mujeres.
    malo, malo, malo eres,
    no se daña a quien se quiere, no;
    tonto, tonto, tonto eres,
    no te pienses mejor que las mujeres.

    Voy a volverme como el fuego,
    voy a quemar tu puño de acero,
    y del morao de mi mejilla
    saldrá el valor pa cobrarme las heridas.
    Malo, malo, malo eres,
    no se daña a quien se quiere, no;
    tonto, tonto, tonto eres,
    no te pienses mejor que las mujeres.
    malo, malo, malo eres,
    no se daña a quien se quiere, no;
    tonto, tonto, tonto eres,
    no te pienses mejor que las mujeres.
    malo, malo, malo eres,
    malo eres porque quieres;
    malo, malo, malo eres,
    no me chilles, que me duele.
    Eres débil y eres malo
    y no te pienses mejor que yo ni que nadie,
    y ahora yo me fumo un cigarrito
    y te echo el humo en el corazoncito porque..

    Malo, malo, malo eres, tú,
    malo, malo, malo eres, sí,
    malo, malo, malo eres, siempre,
    malo, malo malo eres."

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