martes, 30 de abril de 2013

¿Hasta cuándo es@s cuent@s de nunca acabar?


Durante la última década con Aznar, ZP -más Rubalcaba, una mayor parte del tiempo- y Rajoy no hubo ningún trimestre sin anuncios en el Consejo de Ministros respecto a [nuevas medidas de más 'Liberalización para la Competitividad', planes 'E (del Estímulo Empresarial Español) hacia mayor Bienestar Social e Igualdad con Economía Sostenible' y 'Reformas Estructurales' por] 'Recuperar el Empleo', ya con 'brotes verdes' tras haber 'superado a Italia y amenazando incluso a Francia o Alemania', al 'salir de la Crisis'...

¡Y sin embargo el PARO, en vez de bajar, ha seguido multiplicándose: hasta triplicar los déficit para la Ocupación laboral previos a tanto remedio constante del PPSOE!

Son datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística con las EPA, homologados por la Unión Europea: la UCD legó 2 millones desocupados; tras el 'Cambio' con Felipe ya se llegó a los 4 millones; Aznar dejó el poder de nuevo con 2 millones; durante bilegislatura de Zapatero alcanzábamos los 5 millones; y ahora Rajoy debe contabilizar por lo menos hasta 6 millones de parados buscando cómo ganarse la vida, desesperada mente.



Pero la cuenta comparativa desde ayer a hoy sería peor aun si no se hubieran introducido sendos 'cambios metodológicos' en esta década (los años 2002 y 2005) para esa elaboración de unas estadísticas que minusvaloran las cifras, respecto de los criterios anteriormente mantenidos, con diferencias también oficialmente reconocidas alrededor del medio millón de personas más (precisamente, a partir de 2003)...

O sea, resumiendo, que hace 10 años teníamos un Desempleo reconocido ya en algo más de 2 millones; y luego, ¡pese a las constantes 'purgas (por reformas laborales o recortes del gasto público, e impuestos crecientes con prestaciones rebajadas)...' a las que nos han venido sometiendo sin cesar tanto PP como PSOE so pretexto de remediárnoslo!, nunca se consiguió mejorar nada en forma significativa dicha calamidad realmente: y por el contrario, sobre todo desde que arreciaron las previsiones de mejoras futuribles con sus programas 'anticrisis' hace ya dos legislaturas, las cosas fueron siempre de mal en peor cada vez, como aun hoy mismo seguimos.
 
¿No vamos a salir de la trampa que -bajo falso dilema PP/PSOE- nos condenó tanto tiempo a repetir este suplicio de Tántalo (previendo tantas promesas de futuras mieles... que nunca podremos llegar a catar), castigados con las tareas del realzar nuestra carga interminablemente como Sísifo (para volver a comprobar cómo de nuevo nos recae, hasta el mismo e incluso peor nivel que aquél)... desde donde ya debimos otra vez elevarla, por siempre jamás?



miércoles, 17 de abril de 2013

A cambios aquí hoy tan imprescindibles como posibles, por un Frente cívico: Somos mayoría




Recordemos algunas palabras oportunas legadas por aquel gran 'ingeniero del verso [...y obrero, trabajando con otros España]... en los aceros' que tan bien alentó entre rebeldía nuestros afanes para una regeneración al País ya desde la precedente dictadura tanto política como socio-económica, cuando de su marcha se nos cumplen hasta veintidós años pasados, ahora mismo…
 

   ESPAÑA EN MARCHA

Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos

y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

¡A la calle, que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo!

No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

 
Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen viento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

Vuelvo a decirte quién eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.

 
No quiero justificarte
como haría un leguleyo,
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

España mía, combate
que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.


LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO
(...)

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.



Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido, hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo
.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.


No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos
.
 
          Rafael  Gabriel  Juan   Múgica  Celaya  Leceta   ( Hernani, 18 / 03 / 1911 - Madrid, 18 / 04 / 1991 )


Además los dichos 'actos en la tierra', o en este acá y ahora mismo sin ir más lejos, a pie de plazas no nos habrán de faltar... Así, pues, ¡marchemos por 'la calle, que ya es hora', ea! =




España


España está instalada en un estado de excepción, en lo económico, lo social, lo político y lo moral. No vivimos en las normalidades de una sociedad sana.

 

Poder ciudadano


La política es poder democrático. Y sin el poder no vamos a ningún sitio. La ciudadanía organizada es un poder que, además, puede ganar.


Futuro


Ha llegado el momento de retaros, muy amigablemente. Si no por vosotros, hacedlo para vuestros hijos. Y decidles que peleen.








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Hay verdades que no estará de más nunca recordar, como algo por Luis Arias Argüelles -Meres rememorao desde tiempos casi un siglo anteriores a esta Crisis nuestra:


 «Cuando en Hendaya venían gentes y me decían. “¿Y cuándo acabará esto?”. Yo contestaba: “Cuando ustedes quieran”. ¿Cuándo acabará del todo? Cuando todos queráis, cuando todos digáis: reclutas, no; súbditos, no; vasallos, no».

Unamuno.


«Los españoles no nos aprovechamos del esfuerzo ni del saber de nuestros antepasados: todo lo fiamos a nuestro escarmiento personal. No heredamos ninguna sabiduría. Cada cual aprende cómo el fuego quema cuando pone la mano sobre ascuas».

Azaña.

miércoles, 10 de abril de 2013

Crisis de antes y ahora según J. L. Sampedro, testigo en la del 29 tan bien... (In memoriam)

 
'Hay que soltar amarras, reanudar el viaje, flotar a la deriva: vivir es cruzar puertas y dejarlas atrás' (JLS, con Trich Nấht Hanh)
 

Nos lo decía justo hace 4 años: “Estamos viviendo una época comparable, salvando distancias, y entre ellas las tecnológicas, con el caso del desmoronamiento en la civilización romana y aquella barbarie que siguió (…) Pero soy optimista: tengo tan mala opinión del sistema en donde vivimos que deseando estoy se desmorone, desescombren el solar y construyan otra cosa; pues verdaderamente va contra la dignidad humana, que es un valor supremo.
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Espero que se vaya esto al garete —yo no lo veré—, será incómodo pero ustedes disfrutarán del espectáculo... Y vendrá otra cosa. ¿Cuál? No lo sé. En el feudalismo a nadie se le ocurría que iba luego a llegar el capitalismo, pero aquello se hundía. De modo que en esta situación estamos y dentro de todo eso se inserta la Crisis ['conversación con José Luis Sampedro, para la República']
 
Yo en 1929 tenía doce años. Naturalmente no puedo hablar con conocimiento completo de la Crisis de aquel entonces. Pero es que duró hasta 1933 o 1934, y tuvo otras consecuencias. Recuerdo perfectamente las fotografías de los parados norteamericanos. Los hombres con sus platillos para conseguir unas habichuelas y comer. Yo viví la preocupación que había entonces por aquellos problemas. Todo esto —ya lo sé— no me da autoridad. Pero lo que he leído, y lo que he vivido después, me da alguna. La experiencia vital no se sustituye fácilmente por libros.
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Haré un diagnóstico contrastado de las dos Crisis. La gran diferencia entre una y otra es que la de 1929 —que por cierto no empezó en Estados Unidos, sino que empezó en Austria: lo que cayó primero fue una institución austriaca, y de allí se propagó a un banco norteamericano, y ésa fue la gota de agua que desbordó las cosas, aunque esto hoy sea anecdótico— para mí fue una crisis de euforia, de juventud, propia de un país joven, una crisis de entusiasmo como el que se vivía en aquel entonces. Mientras que la Crisis de ahora es una Crisis de la vejez, de la decrepitud y del miedo. Trataré de justificar esto.
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Quisiera hacerles vivir un poco lo que sí viví entonces, que fueron aquellos felices años. Los ‘felices veinte’, un espíritu, una manera de vivir en Europa —incluso en la medio destruida por la guerra—, de admiración hacia los Estados Unidos. De allá venía una idea de juventud, de ímpetu, de ir a por todas, de ganarlo todo fácilmente. Nosotros los chiquillos jugábamos a los vaqueros, y jugábamos con admiración. Entre las chicas se pusieron de moda los gorritos blancos de los marines norteamericanos, ésos que parecen una sopera puesta para arriba. Los llevaba todo el mundo. Y el jazz, y el charleston, y los negros, o Joséphine Baker en París.
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Todo ello era una especie de irradiación tremenda de un país que acababa de sentirse ganador de una guerra, que acababa de sentir que entraba en el mundo al mismo tiempo que, claro, no entraba, porque, a pesar de que la Sociedad de Naciones fue una inspiración wilsoniana, o norteamericana, luego Estados Unidos se automarginó de ella. Pero fue una explosión, una seguridad de que podían hacer lo que querían, porque el mundo era suyo. Y los cronistas de la época cuentan que, una vez verificada la Crisis, si es verdad que hubo algún banquero que se tiró por un balcón y se suicidó, también es verdad que en aquel tiempo hasta los botones de los bancos compraban acciones. Se enteraban de que tal compañía convenía, y se compraba y se vendía alegremente, creyendo que todo podía ocurrir y que no pasaba nada. Era una crisis de eso, de inconsciencia, de inconsciencia adolescente.
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Ahora estamos ante la Crisis de un sistema que se siente amenazado. Porque el país más fuerte del mundo, que tiene el ejército más poderoso de todos, el país que se cree emperador del mundo, tiene miedo. La gente en Estados Unidos tiene miedo. Todo les preocupa. La prueba es que renuncian a la libertad a cambio de que se les prometa seguridad, que además nadie les garantiza. Están dispuestos a ceder lo que sea con tal de conseguir seguridad.
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Trataré de justificar esta visión, porque es la que nos ilustra sobre el fondo profundo de la cuestión. Sobre lo que ha pasado desde 1929 hasta ahora. Casi un siglo, pero un siglo definitivo, un siglo importantísimo. Eso me parece fundamental. Luego podremos entrar en los detalles, pero a mí esto me parece que hay que verlo desde esa perspectiva. Si no comprendemos el momento histórico en que se encuentra la parábola de la vida del sistema capitalista occidental no comprenderemos nada. Creeremos que la Crisis es algo que se puede arreglar. Y, efectivamente, la crisis se reparará: se le pondrán algunos parches y se arreglarán algunas cosas. Por cierto, noten ustedes con qué facilidad ha surgido dinero de debajo de las piedras, cientos de miles de millones, para ayudar a los bancos culpables del problema. Si se hubiera pedido para curar el SIDA en África o para educación no hubiera salido un millón de pesetas ni siquiera con treinta comités internacionales. Eso demuestra en qué situación del ciclo vital —porque las sociedades tienen su ciclo vital, y nacen, crecen y se hunden— estamos para comprender la transcendencia de la Crisis.
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(…) A mí se me ocurre que se podría hacer una investigación sobre algunos, al menos, de los banqueros que han tomado esas decisiones. No diré que los fusilen, verdad, pero, por ejemplo, no estaría mal inhabilitarlos durante cinco o diez años para el ejercicio de cargos. Porque, si no, estos señores se van y dentro de tres años fundan otro banco. Muchos han perdido dinero, desde luego. Más bien han dejado de ganarlo. Pero, de todas maneras, cuando quieran, vuelven a lo mismo... El sistema está para eso.
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Les voy a contar una anécdota rigurosamente cierta. Cuando en España se implantó hace cincuenta años el plan de estabilización —algunos lo recordarán—, ocurrió que en un año determinado, creo que fue en 1957, bajó la renta nacional, esto es, España produjo un poco menos, lo que no impidió que los bancos ganasen un poco más. Es lo que está pasando ahora: ustedes verán que los bancos, a pesar de la crisis, siguen ganando. Se le hizo entonces una entrevista a un banquero importante en aquellos años, don Pablo Garnica, que era del Banco Español de Crédito, y el periodista le dijo: ‘Pero bueno, don Pablo, ¿cómo es posible que cuando el país produce menos los bancos, en cambio, ganen más?’. Y don Pablo Garnica, con la verdad más honesta, respondió candorosamente: ‘No lo hemos podido evitar’. Esto es rigurosamente histórico: ‘No lo hemos podido evitar’.
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¿Por qué no pudieron evitarlo?: porque el sistema está para que gane la Banca, como en las ruletas de los casinos. El sistema es para eso. ¿Qué quiere decir capitalismo? Que es del capital: pues que gane el capital. Pero volvamos a lo de la patente de corso de la que disfrutan estos señores, que permitirá que no les pase nada. En cambio, si un pobre alcalde, queriendo arreglar algo, se pasa un poco de listo, lo embaúlan.
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Pero también yo quiero decir algo de cómo durante años se han estado metiendo con quienes pensábamos de otra manera. Los neoliberales decían que éramos unos atrasados y que la libertad es la solución, la libertad del mercado. Bueno, pues no me duelen prendas. Yo publiqué en 2003 un libro que se llama ‘El mercado y la globalización’; allí está explicado todo eso. Y lo pueden entender hasta los ministros, si hace falta, ¿verdad? Esta clarísimo: el mercado es indispensable, naturalmente, para cualquier civilización adelantada, porque tenemos que hacer intercambios y el mercado es un centro de distribución. Lo que no es de ninguna manera es un repartidor justo de los bienes. Tampoco es un consejero excelente en materia de inversión: no sirve para decirnos en qué debemos meter dinero hoy para producir beneficios dentro de un año. Porque al mercado lo único que le interesa es la ganancia. Y se dice: sí, pero consigue igualar siempre la oferta y la demanda.
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Los compradores y los vendedores llega un momento en que se ponen de acuerdo, coinciden en un precio y se ajustan las curvas, como dicen los expertos. Sí, muy bien, pero a lo mejor se ajustan a un precio tal, como se ha dicho más de una vez, que los pobres no pueden comprar la leche a ese precio mientras los ricos la pueden comprar tranquilamente para sus gatos, en tanto los otros no la pueden comprar para sus hijos. De modo que el mercado no puede servir de defensa para nada y además no es la libertad. Hay un economista, Milton Friedman, que recibió el premio Nobel y que publicó un libro titulado ‘La libertad de elegir’. Y la libertad de elegir era el mercado. Bueno: pues vaya usted al mercado sin dinero en el bolsillo y vamos a ver qué elige usted. Esto quiere decir que la libertad la da el dinero que usted lleva, y no el mercado. De modo que tenemos que defendernos frente a esos ‘neos’ que lo que hacen es justificar los deseos de los ricos.
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Otro economista famoso —que por cierto murió, como Friedman, en 2006— fue Galbraith, quien explicó en uno de sus libros que casi todo lo que han escrito los economistas, la mayoría de ellos, en los últimos decenios —escribía esto en la década de 1990— ha sido justamente lo que los ricos querían que se dijera, porque les favorecía. Toda la teoría de los neoliberales es simplemente esto.
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Y termino con unas palabras sobre la libertad, de la mano de otra anécdota. Uso las anécdotas porque ayudan fácilmente a comprender. Siempre hay que preguntar: ‘la libertad, ¿para quién?’ Porque la libertad no es lo mismo para unos que para otros. Un banquero, otra vez un banquero, norteamericano de principios del siglo XX, el banquero Morgan llamó un día al director de su gabinete jurídico y le explicó que quería hacer una operación para quedarse con otro banco, por las buenas o por las malas, y que quería saber qué tenía que hacer. El abogado estudió cuidadosamente la cuestión y regresó para decirle que las leyes impedían realizar esa operación. Morgan le respondió —fíjense en la frase—: ‘Oiga, yo no le pago a usted para que me diga lo que puedo o no puedo hacer. Le pago a usted para que me diga cómo puedo hacer lo que quiero hacer’. ¿Se dan cuenta de lo que era la libertad para el señor Morgan?
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En manos del poderoso, la libertad sirve para hacer lo que le dé la gana con los demás. Para poder imponer su voluntad a los demás. Mientras que para el pobre desgraciado la libertad consiste simplemente en que le dejen vivir su propia vida sin reventar a nadie. Es la gran diferencia.
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De modo que cuando se habla de libertad conviene recordar que el mercado es libre para el poderoso; para el que no tiene un duro no es libre, porque no es. Digo esto un poco en desahogo frente a lo que hemos tenido que escuchar de los furibundos, que seguirán pensando lo mismo. Ayer o anteayer aparecía en un periódico un artículo de un diputado del Partido Popular por Cantabria que justificaba todavía la libertad absoluta del mercado. Porque sin éste —decía— no se puede vivir. Pues ahí tiene usted las consecuencias, aunque seguirán haciendo lo mismo. Lo que justifica la esperanza de personas como tú y como yo es que cada vez les será más difícil hacerlo, por las razones que has apuntado al principio. Porque existen otras crisis, porque existen otros condicionamientos y porque existe otra situación internacional. No porque comprendan que no tienen razón y que no deben hacer lo que pueden hacer. No, sino porque no van a poder hacerlo. Sencillamente.
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(…) Fíjense ustedes que, aunque luego han querido arreglarlo, los empresarios entre nosotros se han apresurado a decir que habría que ‘hacer un paréntesis...’ y facilitar los despidos porque eso —afirmaban— daría la oportunidad para crear nuevos empleos. Eso lo han dicho tranquilamente, aunque luego han querido arreglarlo. Es como el pañuelo rojo del prestidigitador; éste lo agita por el aire para que no veamos lo que hace con la otra mano. Sencillamente (…) está contado por John dos Passos en ‘Rocinante vuelve al camino’: la misma historia con unos arrieros que van en unos mulos por la provincia de Granada.
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Quiero sumarme a la defensa del decrecimiento... La idea misma de desarrollo económico es una degeneración que forma parte del ciclo vital de Occidente. La degeneración de las ilusiones de la razón a partir de los siglos XV y XVI, que es cuando nace Europa. Si en el siglo XV están los humanistas —no voy a hablar ahora de ello—, el siglo XVI es el de la razón y el XVIII es el de las Luces y la Ilustración. En el XIX de lo que se habla es de progreso, palabra que tiene un sentido más material que el mundo de la Ilustración y las Luces. Pero eso del ‘desarrollo’ se refiere casi exclusivamente a la economía. El progreso es un visión que apunta al perfeccionamiento general del ser humano: progreso es mucho más que crecimiento. Mientras el progreso es más conocimiento, más sensibilidad, más arte, más ciencia, el desarrollo se acaba quedando en puro desarrollo económico. ¿Por qué? Porque es lo que interesa en una civilización cuyo Dios es el dinero y que ha hecho —como decía Marx, y en eso tenía razón— de todo una mercancía. Y eso nos lleva a poner de manifiesto que efectivamente el proceso actual consiste en tratar de conseguir más y más de la productividad…
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Aunque ahora la palabra innovación es casi más importante que la palabra desarrollo. Se habla de innovación como si fuese un gran descubrimiento que nos lo va a resolver todo. Pero no se cae en la cuenta de que la innovación tiene varios filos: hay una innovación productiva y una innovación de conocimiento —de una nueva medicina, de un nuevo material…—, pero hay otra innovación meramente comercial que consiste en cambiar la etiquetita del envase y hacer que el teléfono móvil de hoy tenga un botón más de tal forma que el de ayer quede anticuado. Lo que se trata es de halagar nuestro status social: si yo llego a la oficina con el móvil del año pasado, no soy igual a quienes llegan con el móvil de ahora, 'que mira qué botoncito tiene, se aprieta y toca La Marsellesa'. Se inventan estos trucos. Se hace en el mercado con todo, con los alimentos, se cambia el envase, se le añade una cosita, se dice ‘Ahora con Pitifax salen los pelos en la calva’. Pero esa innovación no tiene ningún interés técnico, ningún interés productivo: sólo responde al interés de la ganancia. Y el mercado se vale de las técnicas del propio mercado, y de la psicología, y sobre todo de la sensación de identidad que permite recordar que uno pertenece al grupo de los más avanzados, que uno tiene el automóvil que tienen los demás en la oficina…
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Todo eso se explota para hacernos comprar lo que sea. Y todo eso conduce a un despilfarro tremendo, a una acumulación de basura. Dice mucho de nuestra civilización que la basura de Nápoles haya que mandarla en trenes a Suiza. ¡Ya está bien! Imagínate lo que es un tren cargado de basura recorriendo un país tan hermoso como Italia, pasando por Florencia, pasando por Turín, con su basura. ¡No saben ni siquiera estropear la basura! Es monstruoso. Y resulta que efectivamente nos obligan a todos estos despilfarros. Lo que acaba ocurriendo es que —vuelvo a lo mismo— esto no se corregirá por voluntad de los dirigentes, ni porque razonen ni porque caigan en la cuenta de que esto no se puede hacer. Ocurrirá porque se hará evidente que no se puede seguir así.
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Por cierto, voy a hacer un paréntesis: la ayuda al desarrollo en la forma en que la entendemos hoy empieza en enero de 1949 en el discurso que pronuncia el presidente norteamericano Truman en su toma de posesión. En un punto del discurso que se hizo famoso como ‘el punto cuarto…’ yo estaba ya trabajando como economista y me llamó la atención, como a todo el mundo, Truman advirtió que se iba a desplegar un nuevo gran programa para ayudar a los países en desarrollo. ¿Qué había detrás? Detrás se hallaba Estados Unidos, que acababa de ganar la guerra, que prácticamente no tenía colonias en el mundo y que estaba pensando ya en perfilar las propias. Con el pretexto de las ayudas y de la intervención se trataba de ir preparando un mundo colonial como el que tenía Europa. Luego vino la descolonización y las cosas cambiaron, pero en origen el proyecto era claramente colonialista.
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Bueno, pues bien, y con esto termino: es imposible seguir haciendo lo que hemos venido haciendo hasta ahora, a costa de destrucciones irreversibles. Algunos de los últimos estudios que he leído sobre esto afirman que para dar a toda la humanidad el nivel de vida de Gran Bretaña harían falta tres planetas Tierra. Porque el planeta Tierra ya no tiene capacidad para regenerar lo que destruimos cada año. Todavía en los años ochenta o noventa se podía contar con que había una regeneración suficiente. Ahora ya no la hay, porque estamos destrozando la casa en que vivimos. Ésta es la situación, aunque no les interese verla porque siguen ganando a corto plazo. Bueno, pero no es posible continuar.
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Y son necesarias dos cosas. La una —me apunto claramente— es el decrecimiento, que implica tener sentido de la medida, que es algo de lo que esta cultura nuestra carece; los griegos sí que lo tenían y contaban con una diosa contra la desmesura, Némesis. La otra es la redistribución, porque pensar que con la ayuda al desarrollo que se da ahora, muy inferior al dinero que se entrega para sostener los bancos en Estados Unidos, se va a llevar a los pueblos pobres al nivel de los ricos es una ilusión, que no sirve más que para calmar conciencias de los ricos y para dar alguna esperanza a algunos pobres ingenuos. Es completamente ilusorio: si no hay detención del crecimiento y redistribución no se podrá continuar.
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(…) Quiero corroborar todo esto con otros ejemplos. Una vez tuve ocasión de acudir a una reunión a la que asistió Miguel de la Quadra Salcedo, un hombre —ustedes lo saben— que ha viajado por todas partes. Un personaje muy interesante. Entre otras cosas le pregunté cuáles eran los pueblos más felices de cuantos había visto por el mundo. Me dio dos nombres que a mí no se me hubieran ocurrido jamás: uno, los beduinos del desierto de Arabia; otro, los esquimales de Groenlandia. ¡Pensar que en dos climas tan difíciles como el desierto árabe y el de quienes viven en casas de hielo con pieles, como lo hacen los esquimales, haya podido haber felicidad! Pues la hay.
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En otra ocasión leí un estudio de un antropólogo que trabajó con los bosquimanos en el sur de África. Por cierto: creo que el progreso los ha echado de su territorio. Decía que se hallaban entre las gentes más felices del mundo y que con un poco de trabajo y de recolección de frutos vivían tranquilamente y no querían nada más. Hay culturas enteras cuyo objetivo principal no es el beneficio económico. Su objetivo principal no es apoderarse de las riquezas naturales, destruirlas y estropearlas, sino todo lo contrario: armonizarse con ellas. Pensamientos como el budismo o el taoísmo nos llevan a solidarizarnos con el mundo exterior, a vivir en armonía con lo que nos rodea y a aprovecharlo, pero a aprovecharlo con sensatez. No con despilfarro ni con destrucción ciega y loca
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(…) Lo que se trata es de, si se tiene una innovación productiva, dedicar más tiempo a aquello que nos guste hacer y menos a conseguir lo necesario. Es un cambio preciso en las mentalidades que, claro, nos lleva a otro problema: la educación. El problema es que la mayoría de los educadores conciben hoy la investigación y el desarrollo en sentido material, en sentido físico, químico, mecánico, biológico…, pero no en el sentido de actitud del ser humano frente a otros seres humanos y frente al mundo (…) Me temo que la cosa va para rato. Porque eso es consustancial al sistema, y no lo pueden remediar, no lo pueden evitar. Como dijo don Pablo Garnica, el sistema está para que ganen los que tienen que ganar. Y los que tenemos que perder, tenemos que perder. Y para conseguir eso se construye una ideología económica adecuada, que es la neoliberal, se establecen las leyes apropiadas, se busca que el mercado encubra lo que se hace o se despliegan estos artilugios... Se hace lo que sea necesario.
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Mi esperanza es que les sea cada vez más difícil hacerlo. Porque los abusos del sistema capitalista están entrando en la categoría de abusos contra la civilización. Esto para mí es muy importante aunque parezca que nos aleja de la discusión sobre esta Crisis, la cual es otra manifestación de lo mismo. Llevo un tiempo diciendo que estamos viviendo una época comparable con, salvando todas las indudables distancias, y entre otras más aquellas tecnológicas, el caso del desmoronamiento de la civilización romana y con la barbarie que siguió después. Para mí las cámaras de aniquilación de Hitler y las ejecuciones promovidas por Stalin —para que no se diga que uno es partidario de unos u otros— son casos de barbarie. Pero la invasión de Iraq por el señor Bush es también un caso de barbarie. La idea de los ataques preventivos supone volver a la ley de la selva: el ataque preventivo es un ataque sin más justificación que la de hacer más daño si se ataca el primero. Esto sólo lo puede hacer el más fuerte, porque si el más débil ataca primero, lo machacan. La ley del ataque preventivo es, sin más, la ley del más fuerte. También es barbarie que unos agentes de un determinado país secuestren a personas en cualquier sitio del mundo, las lleven como sea, las torturen como sea, las encierren en Guantánamo y todo lo demás.
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Inmediatamente me dirán que soy visceralmente antinorteamericano. No es verdad: opino lo mismo que casi la mitad de los estadounidenses, esto es, los que no votaron a Bush en su momento. Lo que soy es anti-Bush, pero no antinorteamericano. Lo que ocurre es que estamos en una situación que va atacando los principios básicos que fueron de esta civilización. La misma idea de la familia, de la familia tradicional, está desmontada. Aunque en ciertos aspectos me parece bien, en otros no me lo parece. Usamos las mismas palabras, pero las palabras han cambiado de contenido. No me digan a mí que la religión española de hoy es la misma que la de hace cincuenta años. Porque he vivido la de hace cincuenta años. Entonces llegaba la Semana Santa, y había que ver lo que pasaba en las calles: no se podía circular, no se podía salir, no se podía cantar. Los periódicos publicaban anuncios sobre las iglesias en las cuales predicaba el fraile tal o el fraile cual. Yo oía a mis tías que decían: ‘Vamos a escuchar al padre Merino, que va a hablar de las llagas de Cristo’. Esto no tiene sentido hoy. Hoy llega la Semana Santa y la gente se va a Benidorm. El sistema seguirá nominalmente funcionando, pero los valores tradicionales quedarán socavados; eso significa la barbarie.
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Luego dirán ustedes que soy pesimista. Pero soy optimista, porque tengo tan mala opinión del sistema en que vivimos que estoy deseando que se desmorone y que desescombren el solar y construyan otra cosa. Porque esto verdaderamente va contra la dignidad humana, que es un valor supremo. De modo que soy optimista. Espero que esto se vaya al garete —yo no lo veré—, pero ustedes disfrutarán del espectáculo. Será incómodo, pero disfrutarán del espectáculo. Y vendrá otra cosa. ¿Cuál? No lo sé. En el feudalismo a nadie se le ocurría que iba a llegar el capitalismo, pero aquello se hundía. De modo que en esta situación estamos y dentro de eso se inserta la Crisis. Porque ésta, como he dicho al principio, es la crisis de la vejez, del miedo, la que nace del objetivo de hacer fortunas para defenderse como sea. Ésa es la situación en mi opinión.
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(…) Lo del caos me trae a la memoria una anécdota, muy gráfica también, que demuestra por qué mi esperanza es la barbarie. La anécdota nos habla de un jovenzuelo que empezaba a tener ideas propias. Su padre, que era un conservador consciente, le dijo: ‘Hijo. ¿No te das cuenta de que el comunismo —entonces se hablaba del comunismo— es una explotación del hombre por el hombre?’. ‘Sí’ —le respondió el hijo—, ‘pero lo otro es lo mismo sólo que al revés’. Es lo mismo sólo que dándole la vuelta a la frase.
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Es muy difícil hacer pronósticos. Un problema importante es el que deriva del hecho de que ahora están emergiendo dos áreas culturales muy distintas de la nuestra por su origen y por los milenios que ha durado su personalidad. Hablo de la India y de China. ¿Qué es lo que pasa? Es difícil esperar —yo no lo espero— que valores como los del taoísmo y el budismo influyan profundamente en nosotros. Lo que ocurre es que la civilización occidental tiene una técnica y una capacidad de producción que por fuerza han de ser muy sugestivas para masas hambrientas. La ruptura en la sociedad china por las diferencias entre el campo y la ciudad, por ejemplo, hace que esos dos centros sean muy permeables; de hecho esos dos centros se están capitalizando, antes que descapitalizando.
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De todas maneras, a mí me parece que hay un sector de nuestra cultura, que, éste sí, es extremadamente dinámico. Hablo del sector científico. La ciencia está adelantando prodigiosamente cada día, de manera admirable. Lo que pasa es que nuestro pensamiento, nuestra cultura, nuestra civilización, no está a la altura de los instrumentos técnicos y científicos de que dispone. No sabemos administrarlos: por eso protagonizamos el disparate del despilfarro, de la destrucción, y somos incapaces de hacer lo que hacían aquéllos cortadores de leña de la anécdota que ha retratado Carlos: 'ahora podremos disfrutamos 10 veces más de tiempo para hacer aquello que realmente nos gusta’...
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Tenemos unos medios extraordinarios pero sólo los utilizamos para destrozar cada vez más, y no para tocar el violín un rato todas las tardes. Esto último implicaría unas actitudes y una formación cultural completamente distintas de aquellas con las que contamos y completamente distintas de las que proporciona la educación que nos imprimen. Porque se nos educa para ser consumidores y productores, productores y consumidores, y más bien borregos que ciudadanos. La educación para la ciudadanía no interesa: lo que interesan son la fidelidad y la borreguez. Para que seamos sólo productores y consumidores. Y entonces, claro es, mientras la ciencia avanza a esa velocidad, no lo hace al nivel cultural; ya no en el sentido del conocimiento de muchas cosas, sino en el del conocimiento de las cosas importantes, el sentido de la vida, de los valores vitales frente a los valores económicos y productivos. Mientras todo eso no esté a la altura de la evolución de la ciencia, ésta seguirá poniendo armas en manos de los destructores. Por eso me felicito de la barbarie contra los destructores.
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Pero a mí me parece —y voy a hacer una fantasía— que estamos quizá ante un momento que va a significar una nueva metamorfosis del ser humano, como la de los insectos. La primera gran metamorfosis del ser humano fue cuando adquirió la palabra. Entonces, cuando el simio, el prehombre, adquirió la palabra, se transformó profundamente, se convirtió en ser humano y accedió a la cultura. Me pregunto a veces si ciertos progresos, científicos, combinados —en la neurobiología, en la nanotecnología y en la informática— no podrán operar alguna transformación profunda del hombre… Con la cultura y la palabra el hombre creó un mundo que no es natural, que es creación humana, aunque utilice elementos naturales. Transformó el mundo natural en un mundo, además, cultural. Me pregunto si, por ejemplo, instalando chips, algo que ya se hace, en los miembros humanos o mandando ondas cerebrales a los chips instalados podemos acabar en una cultura en la cual lo que se ha transformado no es el mundo, sino el hombre mismo, cambiado profundamente de resultas de la aplicación de la técnica. Pero esto es ya fantasía y no sé si es el momento de engañarme.”

jueves, 4 de abril de 2013

Qué puede acabar pasando, por la zona Euro (¿quitas… y corralito, sí o no?), aquí también

 
¿Quién -como bien claro dejó, hace ya 5 siglos, don Fco. Gómez de Quevedo...- "la montaña derriba al valle y la hermosa al feo? ¿Quién podrá cuanto el deseo, aunque imposible, conciba? ¿O quién lo de abajo arriba vuelve en el mundo ligero? El dinero (...)
 
Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca; y si al alma su hiel toca, esconderla es necedad. Sépase, pues libertad ha engendrado en mi pereza la pobreza..."
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Sorry, trying to be Scientists, we apologize for not disguise any Facts!

Ahora mismo, la 'pregunta del millón' está siendo ¿hasta dónde vamos a llegar con esta Crisis, interminable, aquí? Por ello, merece la pena pararse a considerar las razones que nos ha dado Martín Seco sobre dicha cuestión:

Soy muy pesimista. Creo que no deberíamos haber hecho la Unión Monetaria del Euro por ser una ratonera de la cual es muy difícil salir. Aquí hay 2 opciones: tirar hacia delante o volver atrás. Para seguir adelante se precisaría creación de Hacienda Pública común y una gran transferencia de recursos desde los países más ricos a los menos o pobres... De tal forma se implantaría una fuerte política redistributiva al nivel comunitario, como lo planteado para España con el Gobierno central y las Comunidades Autónomas.
 
Esa es la verdadera Unión, fiscal, y no lo que habla Merkel. Pero Alemania no aceptará eso nunca, por lo que casi es imposible. La salida hacia detrás sería volver a las antiguas monedas, romper la Unión Monetaria. Que tendría eso costes graves nadie lo duda, pero es posible que los del seguir con el Euro sean incluso mayores. La UE, sin embargo, no ha establecido ningún camino del volvernos atrás. En esa tesitura, los escenarios pueden ser múltiples: no es lo mismo que salga un solo país o si el Euro se rompe y salen todos, lo que sería mucho menos costoso.
 
Si saliese uno sólo el coste sería mucho mayor; pero tampoco dará lo mismo que Alemania sea la saliente, donde a lo mejor el resto de los países quedarían en una situación mucho mejor, o si es Grecia. Todos esos escenarios tienen alto coste, pero conviene plantear si el Euro no terminará rompiéndose, a pesar de todo. Y, si eso se diera, entonces además nos encontraríamos en la peor situación posible: después de pasar no sé cuantos años en el Euro con unos costes enormes, tendríamos que asumir ese sobreañadido del dejar la Moneda Única.
 
La Unión fiscal implica impuestos y prestaciones comunes. Debería servir para reequilibrar los Estados. Lo malo es que la Unión Monetaria sólo se puede mantener si al mismo tiempo hay Hacienda pública capaz de compensar los desequilibrios que se crean dentro. Alemania nos ha estado prestando durante años para que compráramos sus productos pero, cuando su Banca y la francesa pensaron que no íbamos a poder ya pagar, lo dejaron. Y entonces llegaron los problemas. Con el Euro, se confiaron los bancos hasta que llegó al 10% del PIB nuestro déficit.
 
Antes del Euro, se dio un proceso análogo con aquel Sistema Monetario Europeo, cuando teníamos tipo también fijo mas podía moverse un 2,25%. Entonces nos estaban prestando y teníamos déficits en la balanza por cuenta corriente del 4%, pero todavía podíamos devaluar la Peseta y se solucionó el tema. Luego con el Euro ya no había devaluación posible y los bancos, tan inteligentes ellos, pensaron que tampoco tenían peligro al no poder hacerlo.  Toda devaluación es una 'quita' encubierta. Cuando ven ese peligro, los mercados reaccionan mucho antes y dicen ‘no prestamos más’, obligando así a devaluar...
 
Si fuera seguro que no vamos a ver la devaluación y el Euro permanecerá, no habría ninguna razón alguna para mantener los tipos de interés distintos pagando deuda pública. Quien dice que la 'zona Euro' no puede romperse, argumenta el coste altísimo: si se rompiera el Euro, las monedas del Sur se devaluarían y para el norte se revaluarían, muchísimo. Pero aceptan que los tipos de cambio ahora no son reales; pues la moneda de Alemania debería revaluarse respecto al dólar, pero en España debe devaluarse. Mas, al tener ambos la misma, el Euro no se puede devaluar y revaluar a la vez.
 
¿Es sostenible a largo plazo esta situación? No lo es. El primer problema lo vamos a tener con Grecia, y se tendrá que hacer otra 'quita' en la deuda. Los que pregonan el gran coste que supondría una ruptura del Euro argumentan que sin él se producirían 'quitas' de la deuda, pero es que eso ya ocurrió dentro de la Unión Monetaria. Y a Grecia, o se le quita deuda o no va jamás a poder pagar.

Lo dije cuando se constituyó la Unión Monetaria y lo repito ahora: no puedo entender a Grecia y Alemania en el mismo tipo de cambio para siempre. Eso es imposible. En los 30 años anteriores, con respecto de la Peseta, el Marco alemán se había revaluado un 500% y el Dracma devaluado en torno al 2.400% a la vez. Pensar que una evolución tan dispar en tipos de cambio acabaría por el simple voluntarismo de unos dirigentes políticos fue absurdo. La prueba es que los mercados no se lo creen. Eso es el gran problema.

Yo no sé por dónde acabará de salir todo esto, si por Grecia y luego habrá una reacción en cadena, pero creo que vamos a explotar. Si se recuperase la confianza en España y a pesar de todo volviésemos a tener inversión y siguiéramos creciendo a crédito, el panorama tampoco sería halagüeño, para nada; porque ya hemos perdido la democracia. En este viaje nos hemos dejado gran parte del Estado Social por el camino.

El mismo diseño de la UE es totalmente deficiente: tenemos un Banco Central que realmente manda e impone condiciones a los Gobiernos, neoliberales, donde te dicen cómo tienes que bajar Pensiones, recortar Sanidad y dar dinero a los Bancos. Quedarnos en la Unión Monetaria significa retroceder 80 años en la historia de este país. Es tremendo. La cuestión sería si estamos a tiempo para evitarlo: ¿merece la pena seguir por vías de austeridad? o ¿debemos intentar que se rompa el Euro?

Quizá sea mejor, con todo el coste que debemos asumir... Eso no significa que España tenga que salir mañana mismo; sino aceptar que, si la Unión Monetaria fue un gran fracaso, no se debió haber hecho. Implica un cambio de mentalidad, el decir ‘vamos a minimizar costes y ver cómo puede desmontarse igual que se hizo aquel montaje’; y en eso deben confluir España, Portugal, Grecia, Italia e incluso Francia. Según vayan viéndose las contradicciones agudizadas, más fácil será que se unan.

Alemania es la gran beneficiada de la Unión porque primero mantiene al resto de países atados con el tipo de cambio, lo que hace que pueda exportar todo cuanto quiera; y nosotros no podamos ser, sin más devaluación, competitivos. Pero además ella se puede financiar a unos tipos de cambio bajísimos gracias a nuestros intereses más altos: no hay más que ver cómo antes de la Crisis perdía porcentualmente puestos dentro de la UE su renta per cápita y en estos momentos los gana.

Además, hay una distribución totalmente injusta, pues una devaluación tiene la ventaja de que disminuye por igual los precios interiores en tal manera que reajusta las cosas, pero con respecto al exterior: dentro del país la relación de precios -incluso salarios, tipos de interés, etcétera- no cambia. Una devaluación divide los costes por igual pero ahora, como no podría devaluarse, todo ajuste se hace con más Paro, Decrecimiento y Recortes de salarios.

El problema es que frente a la gran Alemania los países del Sur no se han unido. Cada uno intenta salvarse por su cuenta. Quizás lo mejor sería una voladura controlada del Euro. A lo mejor ha llegado ese momento, que no será ya ni mañana pues hay muchos intereses y reticencias, pero deberíamos exigir a nuestros gobernantes posturas de firmeza en Bruselas y desde luego corregir las cosas que pueden: el funcionamiento del BCE, la presión para no seguir por vía de Austeridad, no inyectar dinero público a los Bancos y dejar quebrar alguno.

Para eso hay que cambiar la mentalidad y empezar a pensar aceptando la constitución de la Unión Monetaria como una chapuza impresionante. Pero, en ello, ¿acaso puede contarse con los actuales? Parece que no, aunque a medida que las contradicciones sean más claras, la presión se hará más fuerte.

Es evidente, aquellos que andan gobernando España en los últimos 25 años difícilmente aceptarán el que se hayan equivocado radicalmente. Pero cada vez hay más gente aceptando el error: cuando decíamos esas cosas en 1992, 1994 y 1996, se nos llamaba de todo; y ahora la gente comenzó a ver que no es ninguna tontería. Incluso el discurso del PSOE, tal vez por estar en la oposición, va cambiando ya; y dice que hay que plantar cara en Europa, el camino es ése. Aunque triste, complejo y poco esperanzador.

Quizás la presión ciudadana sea clave; y se ve muy complicado al respecto, no soy nada optimista. En Europa nos hemos acostumbrado a una vida demasiado cómoda. Hay gente que habla de iniciar algún proceso constituyente, pero habría que ver cómo se hace.
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martes, 2 de abril de 2013

Concreta [mente, hacia práctica de la] libertad

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«Democracia no es un estado en que el pueblo –reunido constantemente– regule por sí mismo los asuntos públicos; y todavía menos estado en el que cien mil facciones, con medidas aisladas, contradictorias y precipitadas, decidan suerte de la sociedad entera. Tal gobierno ni existió nunca ni podría existir, si no fuera para conducir al pueblo hacia despotismo» (Robespierre: "Sobre los principios de la moral política", Discurso del 18 Pluvioso, año II ó 5/2/1794)


«Otra especie [de democracia] es aquella que traspasa soberanía a la multitud, reemplazando a su ley; pues entonces la decisión popular, no ley, lo resuelve todo. Eso es debido a influencia de los demagogos» (Aristóteles: "Política", libro VI, cap. IV)
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«El pequeño-burgués ‘enfurecido’ por los horrores del capitalismo es, como el anarquismo, un fenómeno social propio de todos los países capitalistas. Son del dominio público la inconstancia de estas veleidades revolucionarias, su esterilidad y la facilidad con que se transforman rápidamente en sumisión, en apatía, en fantasías, incluso en un entusiasmo ‘furioso’ por tal o cual corriente burguesa ‘de moda’» (Lenin: "El izquierdismo, enfermedad infantil en el comunismo", pág. 40)
 
Nada nuevo es aunque parajódico se vea -¡sobran púlpitos distrayendo al personal siempre con canto de sirenas narcotizantes e inane divino palabrear para fidelización solo expectante, incluso 'alternativa', entre nichos del mercado global...!- y recordolo (P. Insua Rguez. en "El catoblepas: revista crítica del presente" nº 133, desde la red filosófica 'Nódulo materialista', por su panfleto) "De la conciencia 'indignada' o del populismo demagógico: del 15M al 23F"...
 
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A su vez, también muy oportuno estos días nos vendrá el recordatorio -Enclave de libros...- del planteamiento al respecto desarrollado con los textos de Colin Ward sobre la Práctica de la libertad, lo que por anarquismo «pragmático» bien podría tomarse: constituye, según sus propias palabras, una larga y actualizada «nota a pie de página» a 'El apoyo mutuo' de Piotr Kropotkin (1902).

Durante años Ward trabajó en forma militante por difundir personales formas al entender el ideal libertario, llegando a su convicción de que una mejor forma para promoverlo consistiría en partir desde la experiencia con las redes de relaciones -informales, temporales y autogestionadas- por encima del rechazo total a la sociedad existente o de cualquier prefiguración sobre otra futura, en la que alguna humanidad diferente viviría en perfecta armonía.
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Según él, ese anarquismo sería esencialmente teoría de la organización -o una forma de cierta «desesperación creativa», que debe partir desde la conciencia de los límites tanto del hombre como en cada sociedad...- para poder afirmar su rechazo pese a todo y también contra todo, desafiando a la realidad con propuestas activas, concretas e imaginativas a fin de fundamentar una realidad distinta.
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En la base de esta concepción reside la discusión más de fondo sobre los objetivos de la acción; pues «el objetivo infinitamente distante no es verdadero, sino un engaño, solo». La polémica se dirige así tanto al estatalismo -propio a ese pensamiento marxista o comunista que ha envilecido, en su fracaso global, la historia del movimiento obrero- como hacia buena parte del pensamiento anarquista que se aleja de la realidad arrinconándose hasta el utopismo, en muchos casos pasivo y autorreferencial, por inalcanzable.
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Frente a todo eso, su opción se dirige a «liberar» el presente, revalorizando las mejores inclinaciones: la cooperación, el libre acuerdo, el apoyo mutuo, la solidaridad activa. Para él, acontece «la elección entre soluciones libertarias y autoritarias a cada instante y en cada forma»; y además está convencido de la preexistencia desde siempre de una sociedad anárquica, que se organiza sin autoridad. De ahí esa metáfora de anarquía como «una semilla bajo la nieve, enterrada por el peso del Estado y su burocracia, el capitalismo y su derroche, los privilegios y sus injusticias, lo nacionalista y sus lealtades suicidas, las diferencias religiosas y su separatismo supersticioso».
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Su interés va constante hacia las diversas formas de «acción directa»: el resurgir de reivindicaciones para control desde abajo, movimientos por la desescolarización, grupos de autoayuda terapéuticos, los movimientos de ocupación en viviendas, las cooperativas de vecinos y consumo, sindicatos autónomos etc.; así como las organizaciones comunitarias de cualquier tipo imaginable: por ejemplo, las actividades de autoconstrucción (favelas en los países pobres de América Latina, África y Asia) o proyectos para el comercio local (los LETS, Local Exchange Trading Schemes)...
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Esa mirada pragmática y «cercana» que caracteriza todas sus actividades políticas nos parece su mayor legado. En este punto, es evidente el nexo común con las nuevas formas de organización horizontal de movimientos actuales, desde los 'indignados' hasta Occupy, desde las revueltas árabes a grupos de producción y consumo autogestionados, desde los huertos urbanos a las asociaciones vecinales, desde movimientos contra los desahucios a la ocupación de viviendas y centros sociales.
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Citando a Landauer «el Estado no es algo que pueda ser destruido por una revolución, es una condición, una relación entre los seres humanos, un modo de comportamiento humano; lo destruimos comportándonos y estableciendo nuevas relaciones, de diferentes modos». En nuestra opinión, el trabajo de Colin Ward lleva inscrito en su mismo hacer cotidiano la herencia del pensamiento libertario más puro y el desarrollo de ese afán de construcción vital desde abajo que urge a las puertas de la crisis sistémica del capitalismo.
 

Una urgencia, ésta, que igualmente clama por superar también -al haberlas convertido ya en inoperantes...- determinadas oposiciones históricas entre anarquismos «pragmáticos» y «utópicos». Esa proximidad asombrosa de Anarquía en acción con las prácticas de los nuevos movimientos globales surgidos en oposición a estas mortíferas descomposiciones de la democracia neoliberal nos convence de su necesidad.  
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