domingo, 6 de octubre de 2013

Las Ciencias aplicadas y Riesgo, nuestro, en ellas (del 'bumerán de Laffer' que dispara la Empresa)


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Nos ensordecen con milongas del 'Presupuesto social para recuperación' o la 'curva de Laffer'... pero el tan mentado autor tampoco dijo sino que, 'si bien un Impuesto acumula recaudación de los contribuyentes, cabría reducir aquélla incrementándolo sobre su nivel óptimo en cada caso'...

E, igualmente: aumentar 'Subvenciones a Empresarios demasiado por encima de niveles óptimos para sus casos únicamente trae más caídas en la misma Economía cuyo Crecimiento se pretendió así estimular' (como aquí ahora, cuando con Presión fiscal por debajo de lo mantenido para mejor Bienestar entre toda nuestra UE seguimos aun a las colas del mayor Paro -y menores Consumos- o consiguiente Depresión, en esta España...) cada vez... 

.Según recuerda el animoso batallador Perednik, “si se aceptan salomónicas admoniciones de que mejor es tener la reprobación del sabio que los elogios de tontos ('Eclesiastés': 7,5), las Ciencias (en particular Sociales) deben estar agradecidas tras una notable contribución que recibieron en 1996… por parte de un físico. En efecto, el profesor A. Sokal –a la sazón de New York University- se sentía perturbado por las arrogancias de aquellos eruditos a veces postulando como verdades académicas unas expresiones que no pasan de ser ampulosos galimatías, simplemente porque dichas jerigonzas nos resuenan sabihondamente complicadas o/y son suficientemente posmodernas.
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Para demostrar el síndrome, Alan Sokal pergeñó una operación ‘kamikaze’. La víctima elegida fue la revista ‘Social Text’ de la Universidad de Duke, que desde hacía casi dos décadas venía publicando artículos sobre marxismo, feminismo, sexualidad, postmodernismo, o afines… Y armó un misil perfecto para el embate: redactó con cuidado cierto artículo carente de sentido, mas deliberadamente pseudo-científico, elevándolo hasta la redacción de dicha publicación universitaria para tantear si lo editaban.
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Los contenidos del ensayo de Sokal estaban envueltos en un vano lenguaje académico que pretendía competir con el de las Ciencias Exactas. Como tema, eligió uno que pudiese cabalmente reflejar las actitudes casi nihilistas de los posmodernos. Y para que no quedaran dudas del deterioro al que había llegado el abuso del lenguaje para defender zonceras, se abocó a demostrar una tesis patentemente absurda: que la ley de la gravedad no pasa de ser mera construcción social.
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Aunque cueste creerlo, no faltan datos en el párrafo anterior. Sokal, doctorado en Princeton en 1981 y hoy profesor de matemáticas en el University College de Londres, «demostraba» en su extenso texto que la ley de gravedad existe en la mente de la persona, sólo en la medida en que la gente se comporta como si dicha ley existiera. En suma: si no ‘creyéramos’ en la gravedad, no nos afectaría. Con ese tema potencialmente demoledor, revestido de un lenguaje rimbombante a medida, había que ser sagaz también en la elección del título: “Traspasando los límites prohibidos: Hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica”.
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Así quedaba completo lo que terminó denominándose «Escándalo Sokal». Mas por que su atentado fuera perfecto en sus consecuencias, Sokal preparó de antemano una categórica autorrefutación, que iba a ser difundida simultáneamente en otra revista: 'Lingua Franca'. Y para el azoramiento de cuantos se enteran retrospectivamente del fraude, o para bochorno de las víctimas de marras, todo salió según lo planeado.
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En el mismísimo momento en que ‘Social Text’ cayó en la trampa, y publicó lo de la inverosímil hermenéutica transformativa y los delirantes límites prohibidos de la cuántica, al mismo tiempo, la revista ‘Lingua Franca’ incluyó en su edición de Mayo-Junio de 1996 un artículo del mismo Alan Sokal titulado: Los experimentos de un físico con los estudios culturales. En éste, explicaba que su otro artículo era «un fárrago de jerga postmodernista, reseñas aduladoras, citas grandilocuentes fuera de contexto, y un rotundo sinsentido, apoyado en las citas más necias que había podido encontrar sobre matemáticas y físicas, formuladas por académicos en Humanidades genéricamente llamados 'postmodernos'».
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Y el KO fue rotundo: la respuesta de los editores de ‘Social Text’ distó de ser una autocrítica; informaron de que la iniciativa de Sokal había constituido una «traición fraudulenta de su confianza», que se arrepentían de haber publicado el texto (sic), etcétera, etc. No incluyeron en su respuesta ni siquiera una alusión al hecho de que la ley de gravedad no es relativa, y que tampoco había sido relativa su idiotez en aceptar semejante absurdo como si fuese artículo de 'opinión'.
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La aceptación ponía al desnudo el nervio de los relativizadores enfermizos que abundan en el mundo académico. Porque si todo vale, si no hay verdad, si todo es materia opinable, pues ni la gravedad se salvaba. Y si lo opinable es limitado, lo que no se salva es el posmodernismo. Por otra parte, si el blanco del ardid no había sido directamente la postura posmoderna, hubo otra verdad que quedaba expuesta gracias a Sokal: que las Ciencias Sociales abusan del lenguaje y linaje para elevar al pedestal como académicas 'verdades' lo que no pasan de ser meras 'opiniones', equivocadas generalmente.
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Aclaremos que Sokal no se alegraba de su logro. No es motivo de júbilo que las universidades frecuentemente abandonen su rol en lides para el debate calmo de ideas y la libre investigación; que dejen de ser marcos para que la diversidad de opiniones permita fortalecer la sensatez de los argumentos; que rechacen el ideal de ser un oasis de racionalidad que se eleve por sobre el furor circundante.
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Por el contrario, es triste que muchas universidades [públicas, incluso] se hayan transformado en santuarios religiosos imponiendo su dogma y acallando todo desvío de la línea oficial, tenido por herejía… Y fanáticos no pocas veces son los mismísimos profesores, o incluso decanos, a quienes considerábamos referentes en salvaguarda del debate equilibrado.
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Una buena parte de los académicos en Ciencias Sociales resultan ser meros ideólogos que no consienten a la realidad desviarles de su credo, y revisten con un aura de raciocinio universitario cuanto no sería sino su conspicua militancia políticosocial.
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Años después del “Escándalo Sokal”, éste publicó también sendos libro profundizando sobre dicho fenómenos: Imposturas intelectuales (1997)” y Más allá de las Imposturas Intelectuales: Ciencia, filosofía y cultura (2009)”
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¿Hasta cuándo seguirán t@ntos charlistones persistiendo sin entender toda la célebre obviedad gráfica esbozada por Laffer con sólo una servilleta del café que nunca cesan de citar en vano, inexacta mente, como simplísima panacea unidireccional? 
 

2 comentarios:

  1. Sin duda es cierto lo por Laffer mostrado, sólo que:

    - 1/ Si algún gobierno establece un tipo de cualquier Impuesto con Presión fiscal confiscatoria (sobre bases declaradas por cada contribuyente) del 100%, dado que a nadie le quedaría ya nada sobrante para pagarlo, será Nulo su Ingreso con él…

    y 2/ si bajase la Tasa impositiva hasta 0%, también pasaría lo mismo...

    - Existirá, pues, algún otro valor ‘ÓPTIMO’ intermedio para el Tipo del Impuesto al objeto de maximizar su recaudación; ¡mas, a priori, no sabemos cuál es!

    - Por ende, nadie nos puede asegurar sin más si re-bajando los Tipos de alguna Fiscalidad concreta van a beneficiarse o no, a perjudicarse, Bienestares que aquélla debe sufragar… Salvo COMPARANDO bien con los demás posibles casos concretos de una suficiente analogía en el mismo entorno geográfico-jurídico y temporal…

    Salud, Miguel

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    1. Vale, sí, M...

      Pero además del hecho señalado en cuanto a ese carácter -ambivalente y de BOOMERANG- para la "curva de Laffer" (con sendas caras o curvaturas, ascendente una mas descendente la otra, en ambos lados del punto máximo) no debe olvidarse tampoco la principal objeción ante frecuentísimas conclusiones injustificadas con sus usos en acientíficos debates.

      Lo principal es recordar que los Impuestos no se cobran para detraer dinero de la gente sin que aproveche, sino como TRANSFERENCIA desde la gestión directa por los contribuyentes a redistribución por administraciones públicas. Así que nunca tendrá sentido fijar por objetivo ni minimizar ni -como, tartufa mente, se parece querer buscar por quienes en estos casos nos dicen tan 'discípulos' de Laffer ser...- optimizar RECAUDACIÓN fiscal.

      En realidad, el BIENESTAR a maximizar debe ser SUMA de los resultantes con ambas: tanto la renta gravada por cuanto recaude Hacienda como lo remanente que tras ello se deja en las manos privadas.

      O, según lo sintetiza Martín Seco, el alegato de la famosa "curva de Laffer" es tan solo una FALACIA; sus defensores discurren más o menos así: un aumento de los impuestos produce descensos en la renta disponible, y por tanto de la producción, por lo que se provoca una disminución de la base imponible sobre la que se aplica el impuesto. Por el contrario, es posible que una disminución del tipo impositivo provoque un aumento de las rentas, del consumo, de la producción y finalmente una mayor recaudación.

      Se presume erróneamente que los recursos dedicados a la finalidad de disminuir impuestos caen del cielo y que, además, no se pueden dedicar a ningún otro objetivo. Es posible que una reducción del gravamen provoque aumentos en la renta de los agraciados y en el consumo, pero solo a condición de que se reduzcan determinadas partidas del gasto con la consiguiente DISMINUCIÓN DE RENTA en los beneficiados o de consumo publico

      Tanto cualquier gestión de Sectores PRIVADOS como la del PÚBLICO son susceptibles de ineficiencias, derroche y corrupciones. Lo que se trataría es de actuar en cada caso para minimizar dichos costes y optimizando resultado colectivo TOTAL.

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