viernes, 20 de febrero de 2015

Presupuesto Nacional prevé sobrepasar aún el 2015 más de un tercio sobre Ingresos en Gasto


Quienes aquí ahora (desde PPSOERCCIUP...Y Demás...) incluso al exterior osarían impartirle lecciones -de buena gestión con 'austeridad financiera o/y cumplimiento sobre compromisos asumidos para honrar el servicio público'...- a la vez se nos destapaban programando más escaladas respecto de nuestras Deudas ya insostenibles, mientras por otro lado insisten dilapidando patrimonios colectivos como ese AENA recién privatizado en Bolsa mediante un "precio inicial" tan escandalosísimamente malbaratado, según ya lo corroboraron ciertas unánimes cotizaciones inmediatas del Mercado inversionista beneficiario...

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Los corruptos (aunque interminables y súper) contubernios gubernamentales para con el dinero, ¡que nuestro es!, regar tantísimo al "capitalismo de [sus, tan sólo, muy particulares cómplices] amiguetes" nos resultan más graves habidas cuentas del Endeudamiento en que -tanto dará si junto a Matas, Fernández. Villa, Pujol, 'Maleni' Álvarez, Moral Santín, Granados, Munar, Tomás Gómez o con otros Monedero, Tania Sánchez, etcétera, etc.- vienen hundiéndonos.
 
Como certificaron cifras oficiales ya para la Unión Europea, difíciles de verse reconocidas por discursos de consumo interno, aquellos valores del Déficit real (o sea, Gasto que había excedido sobre sus totales Ingresos) durante cada uno de nuestros últimos ejercicios cerrados en cuanto a los respectivos Presupuestos Generales eran:
 
  ->  101.445 millones de €, correspondientes al año 2010
  ->  101.265 millones de €, correspondientes al año 2011
  ->  108.903 millones de €, correspondientes al año 2012
  ->    71.291 millones de €, correspondientes al año 2013
 
 
Y conforme a la Ley 26/2014, informada por un Boletín Oficial del Estado (B.O.E) fechado en el 30 de diciembre del 2014 
  
  ->  141.757 millones de €, correspondientes al año 2015
        (previsto por exceder -un 48%- el total Ingresos)

 
      
Pero sin embargo todos 'los Medios más vendidos' hoy continúan tapando ese asunto al valorar nuestra Deuda Pública minorándola, en concordancia -sola y exclusiva mente- con cuanto determina cierto 'Protocolo del Déficit excesivo' (PDE) dictado por el BCE, para recortar Gastos no destinados a Rescates bancarios que se nos han establecido como prioritarios (entre tanto siguen sus trasvases desde riesgos privados hacia creciente hipotecar lo público)... 
  
Por poner algunos ejemplos, véanse los falaces titulares propalados vendiendo las (pen)últimas 'rebajas fiscales': el Presupuesto sube para 2015 menos del 6% sobre 2014 -es decir, desde 22.326 hasta 23.577 millones- en cuanto al Impuesto de Sociedades (aunque con antecedente del a la vez ya estarse calculando cerrar efectivamente tal dicho ejercicio anterior con -¡sólo!- 19.589 millones recaudables, esto es, incobrando más del 12% lo presupuestado) pero afirmando sin empacho ni justificaciones que "se recaudará un 20% más" (¿!)...
 
Y entre tanto para I.R.P.F se habría previsto sin embargo un descenso presupuestario del -0,3% (entre 73.196 y 72.957 millones) mas con el precedente de haberse ya también estimado cerrar el año inmediatamente anterior con superávit final en otro +0,3% por acumular una recaudación efectiva de hasta los 73.415 millones... 
 
   
"Pero en general el problema no es la propia Deuda sino las causas que lo generaron, más bien. El endeudamiento excesivo es un síntoma, la fiebre que delata una grave enfermedad que aqueja al sistema político. El inevitable resultado de una política cortoplacista de permanente despilfarro, compra de votos y cacería de comisiones. Una consecuencia de la irresponsable actitud de cigarra que, lejos de ahorrar en la bonanza, fuerza los límites, hipotecando por décadas el efímero maná.
 
¿Es lícito repudiar la Deuda? Desde su cargo de primer Secretario del Tesoro yanqui, Alexander Hamilton expuso en 1790 un inequívoco criterio: "Si el mantenimiento de la credibilidad pública es tan importante, debemos preguntarnos cómo se consigue. Y la respuesta es: mediante la buena fe, cumpliendo puntualmente los contratos. Al igual que los individuos, los Estados que satisfacen sus compromisos son respetados y gozan de confianza; el destino opuesto alcanza a quienes mantienen la conducta contraria. Y, aunque pudieran existir circunstancias que conduzcan inevitablemente a la violación del compromiso, en la mayoría de las ocasiones sólo encontramos fingimiento, ligereza, pusilanimidad o ignorancia. (...) Por todo ello, en los EUA, el crédito sólo será establecido sobre la base firme del respeto y reconocimiento de la Deuda contraída".

Aunque suenen tan lejanos, esos conceptos de ética y responsabilidad que inspiraron a aquellos puritanos Padres Fundadores continúan vigentes para delimitar la correcta acción política de gobernantes y gobernados. Existen, por supuesto, circunstancias excepcionales, imprevistos catastróficos que pueden impedir el pago de la Deuda y conducir a la reestructuración; y los prestamistas saben que incurren en riesgos. Pero tal eventualidad no puede justificarse por el torpe o malicioso manejo de las finanzas públicas, la prodigalidad, el oportunismo o el descuido. Ni siquiera por la crisis económica, pues los gobernantes juiciosos toman medidas previsoras, considerando siempre largo plazo.
 
El respeto a la Deuda no puede depender de la bondad o maldad de los acreedores, de su amistad o enemistad sino, tal como señala Hamilton, del respeto al compromiso, a la palabra dada. Porque en ausencia de reglas y principios, la política acaba incurriendo en el círculo vicioso del 'riesgo moral': no puedo pagar la deuda porque he despilfarrado; y sigo despilfarrando porque de todos modos no se podrá pagar...
  
Resulta relativamente frecuente ver protestas por la Deuda pero nunca por el verdadero problema: el excesivo gasto que la originó. Hay quiénes contemplan sin inmutarse cómo los partidos extienden hasta el infinito sus redes clientelares, o las Autonomías multiplican exponencialmente empresas públicas donde colocar a sus partidarios, pero gritan indignados por la carga de la Deuda.
 
Ponen cara de póker, o la mano, cuando los gobernantes reparten dádivas, subvenciones, pero juzgan odioso sentirse endeudados hasta las cejas. Descorchan una botella cada vez que el Estado coloca Deudas en el mercado... pero se rasgan las vestiduras si aparecen los acreedores a reclamar lo suyo. O consideran preferible que le tengamos pagados a tocateja ya 1350 millones a Florentino que remunerar a esos desconocidos prestamistas que nunca invitaron al palco a ningún hortera relumbrón: 'el dinero público no es de nadie'... salvo en el momento de tener que devolverlo.
  
No actúa con coherencia quien rechaza las consecuencias, si permaneció cruzado de brazos delante de las causas. El pasado no puede cambiarse pero el presente sigue estableciendo las bases para más futuro desastre. Pues el fundamento de los sistemas clientelares, cerrados, de intercambio de favores consistiría en mantener a toda costa los gastos imprescindibles para la supervivencia de su ClASe políTicA.

No hay ética en aplaudir con las orejas la línea de AVE sin ser consciente de que, más que un logro, suele ser resultado de presión caciquil, fuente inagotable de votos y comisiones. O bendecir ese diluvio de subvenciones que convirtió a organizaciones críticas en meros pedigüeños. O comulgar con indiscriminados repartos que desvertebraron la sociedad civil. O encogerse de hombros por las millonarias transferencias a la prensa que laminaron la objetividad, la libertad de expresión. No hay virtud en culpar a los malvados prestamistas pero callar ante un rescate de Cajas directamente orientado a tapar el colosal latrocinio.
  
Hoy no podemos evitar endeudamiento; pero el de mañana, sí. Denunciar la deuda como injusta es dar el capotazo cuando el toro ya ha pasado. La valentía consiste en mantenerse firme cuando se acerca amenazante el gasto injustificado, poner pie en pared, reaccionar con la misma gallardía, la misma firmeza con que se protesta contra un recorte considerado innoble.
  
Coraje sería defender, promover e impulsar verdaderas reformas, ésas que nunca se acometen, las que retiran privilegios, eliminan trabas, desmontan las estructuras administrativas y empresas públicas que solo sirven para colocar a los amigotes. Quizá algunos no llegaron a aprender de pequeñitos que no se puede tener todo: gastar a manos llenas, mantener las barreras, las redes clientelares, no devolver los créditos y... persuadir al público para que siga prestando."
 
 ( Juan M. Blanco: '¿Repudiar la Deuda?' )
  

  

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