lunes, 6 de marzo de 2017

Por "don Miguel de Cerbantes y Saavedra"...

   
Si acaso ustedes osaran caligrafiar la voz "Cerbantes" tan clarita -y, del todo, fiel mente- como así, criaturas, lo que más probable se les vendría encima sería t@nta réplica de cualesquier sabe-lo-todos maestros petulantes 'por utilizar la b (de burros) donde no débese'. Pero, sin embargo...
  
"Se ha encontrado en el Archivo del Reino de Valencia una firma autógrafa de D. “Miguel de Cerbantes (con “b”) Saavedra”, al parecer la más antigua entre las muchas conocidas hasta ahora y, como en todas las demás, con una “b” en su primer apellido. La misma grafía utilizada en el logotipo de la Plaza de Cervantes, de Alcalá de Henares, en 1997, cuando se celebraba el 450 aniversario del nacimiento de nuestro Príncipe de las Letras.
 
Ahora, a propósito del actual 400 aniversario desde su publicación de la segunda parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, la cuidada y actualizada edición de Pollux Hernúñez y Emilio Pascual, con bellas ilustraciones de Miguel Angel Martín, retoma la “b” que el escritos empleó toda su vida. Una buena ocasión para ocuparse de la generalizada conversión de Cerbantes a Cervantes a su paso por la imprenta y en los siglos posteriores.
  
  
Verdad es que sólo la primera regulación ortográfica de la Real Academia de la Lengua en el siglo XVIII puso cotos, o lo intentó, a la libre voluntad del escritor, escribidor o escribiente. El propio Cerbantes no se tomaba muy a pecho los signos de puntuación, unía algunas palabras y empleaba las mayúsculas sin un criterio determinado. Pero una cosa es unificar la ortografía de una lengua y otra muy distinta el hacerlo modificando apellido del autor. Y algo similar puede decirse respecto a los intereses de los editores en la promoción de sus ventas.
 
Hay quienes aducen que en aquellos tiempos la “b” y la “v” sonaban igual, por lo que una u otra letra se utilizaban a capricho, pero lo lógico sería entonces respetar el capricho de quien llevaba ese apellido. Y más, teniendo en cuenta cómo esta misma persona escribió siempre su segundo apellido, Saavedra, con “v”, lo que demuestra que él sí distinguía bien entre las letras.

 
Otros argumentos, algo más eruditos, de su homologación conforme a unas 'nuevas reglas' [ortográficas] tampoco convencen: por ellas procedería poner una “v” después de una consonante líquida como “r” o “l”; pero se olvida el argumento de que tal apellido Cervantes, con “v”, apareció ya (en las primeras ediciones) para sus novelas o demás trabajos. Y eso de las “consonantes líquidas” no impide que tengamos en castellano palabras como arbusto, árbitro, cerbatana, perborato, verbo, soberbia o garbanzo.
 
Como eximio escribidor, Don Miguel se denominaba -él mismo- Cerbantes Saavedra y su voluntad debe estar por encima de cualquier viejo interés empresarial o posterior disquisición académica."
 

 

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