viernes, 24 de marzo de 2017

Sobre la imaginación Creadora -o sea, JAYAL...- del "Sufismo" como una fuente... de inspiración


Nos ilustraron desde la madrileña Casa Árabe mediante una oportuna exposición -de musicalidades varias e imaginería imperdible- con texto, comisariado por Pablo Beneito, junto a Nuria Medina o Elena González y Lorena López:
 
Derviche gira en danza ritual: 'Mevlevi' (2008), Isabel Muñoz
  
EL ORIGEN DE LA PRÁCTICA SUFISTA SEGÚN LOS SUFÍES
 

El sufismo, por sus textos clásicos, se plantea como iniciación a un conocimiento transmiti­do 'de corazón a corazón' en modos diver­sos y complementarios. Por un lado, su inicio espiritual se hace remontar al origen de la humanidad, incidiendo en el carácter atem­poral y universal de su esencia. [Según el Corán, Aláh creó al padre  Adán a su imagen y “enseñándole la totalidad entre los nombres”.]

De ahí surge el primer sufismo que, a partir de entonces, en diversas modalidades, habría sido siempre la vía de realización interior por excelencia de las sucesivas actualizaciones del mensaje divino. Por otro lado, los sufíes consideran que su pri­mer y decisivo transmisor en la hégira islámica (aunque el sufismo aún no recibiera este nom­bre en ese momento), habría sido el propio profeta Mahoma, fundador del islam.
 
De hecho, todas las cadenas o linajes de transmisión de la iniciación en el seno de las vías (tariqas) se remontan a dos de sus íntimos allegados y sucesores al frente de la comuni­dad: Abu Bakr y, sobre todo, Alí... El sufismo histórico ha empezado a documentarse a finales de siglo VIII ya y se va consolidando desde los prin­cipios del IX por Oriente Medio.
 
Después siguió expandiéndose y manifestándose de modos distintos o adaptados a diversos tiem­pos y entornos por todo el mundo islámico hasta lo actual. Hoy en día el sufismo constituye una de las principales vías para la en­señanza espiritual por el mundo. A través de diversas hermandades u órdenes, que se presentan a la vez como fruto y vehículo de transmisión, el sufismo está en diálogo creati­vo con otras formas de la espiritualidad.
 
    
DIMENSIONES INICIÁTICA Y MÍSTICA
 
Se llama sufismo (del árabe tasawwuf) a una dimensión del místico islam, de carácter iniciá­tico, y particularmente desarrollada en el ámbi­to sunní, dado que otros -chiítas- ya conllevan sus propias modalidades de mística e iniciación. Existen además hoy formas para las espiritualidades de inspiración sufí no estricta­mente vinculadas a la práctica religiosa del islam.
 
En general, el tasawwuf, como modo de mística espiritualidad propio del conjunto del islam y una expresión de su interio­rización más contemplativa, puede acompañar, sin carácter propiamente iniciático, las prácticas para todo musulmán. Ibn Arabi (1165-1240) explica -con Terminología sufí- cómo el tasawwuf se da en unas prácticas de cortesía espiritual y adoptándose los nobles rasgos del carác­ter expresados por aquellos 'nombres divinos' que habría transmitido la revelación.

  
En sentido más específico, se llama sufismo al conjunto de corrientes de carácter místico (entre las cua­les se cuenta, por ejemplo, la tradición de la futuwwa o caballería espiritual, tanto árabe como persa, práctica del altruismo y la inte­gridad) que, de un modo u otro, se adscriben a esa tradición iniciática distintiva, en la cual resulta determinante la relación entre el maes­tro (shayj) y el iniciado como vía de aperturas a la gracia o el conocimiento del propio ser esencial, velado por apegos y ataduras del yo inferior que la compañía u orientación de un guía realizado ayudó a revelar y disolver.
   
El tér­mino sufí puede aplicarse a cuantos participan del ámbito con referencias propio del sufismo, pero más propiamente designando a quienes han realizado internamente las vivencias de amor que lo caracterizan, aquellos maestros, gnósticos o conocedores respecto a los misterios de la Unidad...
 
A los que inician su andadura en el sufismo más bien se les llama "derviches" ('fuqará' y 'muridún'), es decir, mendicantes, po­bres o aspirantes, para incidir en el estado de necesidad que conlleva su condición de pere­grinos (salikún) y humildes buscadores.
  
Caligrafía (Munir al Shaarani-Grande)

 
LA DIMENSIÓN POPULAR
 
En sucesivas oleadas, desde los siglos XIII-XV hasta la llamada renovación de las órdenes durante los siglos XVIII / XIX, el sufismo expándese por todo el norte de África, Orien­te Medio, Asia Central, sudeste asiático, etc. Desde Mindanao a Bosnia y de Senegal a Sin­kiang, el sufismo se había convertido en un fenó­meno de alcance universal.
 
En nuestro tiem­po, en buen número de países musulmanes como, por ejemplo, Marruecos constituye un trasfondo esencial para la identidad e incluso de las estructuras políticas o culturales; considerándose su expresión de un islam autóctono, tradicional, popular y más dialogante, frente a otros discursos de naturaleza rigorista como el wahabismo.
    
El sufismo, al poner énfasis en la experien­cia personal directa de los estados interiores y las realidades espirituales, propicia particu­larmente una interpretación abierta, inclusiva y tolerante del islam…
 
  
EL SUFISMO, DESDE AL-ÁNDALUS HASTA ESPAÑA HOY
  
En lo andalusí hallamos evidencias de la permanente interacción de las corrien­tes espirituales del islam. El primer gran sufí de al-Ándalus cuyas obras nos han llegado, Ibn Masarra de Córdoba (m. 931), se mues­tra vinculado al oriental Tustarí o a Dunnún de Egipto (s. IX). La original obra de Ibn al- Aríf (m. 1141) de Almería dialoga con la de Ansari de Herat (m. 1088).
  
Desde la Sierra nuestra del muy morisco Saqura... entre Jaén y Albacete
 
Más adelante, Abu Madyan de Cantillana (m. 1198), y tras él Abu­labbás de Murcia (m. 1287) y ash-Shadili (m. 1258), darán lugar a la expansión de modali­dades de sufismo andaluso-magrebí hacia el oriente. Estos grandes exponentes muestran que nuestra Península Ibé­rica fue un espacio de encuentro fértil para científicos y pensadores o místicos que han dejado un legado universal.
 
Ese sufismo andalusí culmina con Ibn Ara­bi de Murcia (m. 1240), el exponente más in­fluyente del sufismo hasta la actualidad, que tan profunda repercusión tendrá con su doc­trina de la Unicidad Esencial del Ser, tanto en el mundo árabe como en los ámbitos turco y persa o en el subcontinente asiático.
 
Durante las últimas décadas se ha ido creando, en España y otros países, un clima receptivo a las grandes obras de los sufíes (como El lenguaje de los pájaros de Attar, el Masnavi de Rumi o Los engarces de la sabi­duría de Ibn Arabi) y al sufismo vivo de muy diversas escuelas…
 
   
BÚSQUEDA DEL CONOCIMIENTO: HACIA REALIZACIÓN DE LA UNIDAD Y EL AMOR
 
“Quien se conoce a sí mismo, conoce a Su Señor” (Hadiz)
.
El islam prescribe la búsqueda del conoci­miento como orientación vital. Según un ha­diz, Dios afirma: “Yo era un oculto Tesoro y quise darme a conocer. He creado al ser humano para que se Me conozca”.

Para los sufíes, conocer al Creador es la función última del ser humano, deseante y deseado...

Tal conocimiento, indisociable de la vivencia del amor original, permite realizar la Unicidad en virtud del cual amor, amante y amado son uno solo en esencia.
  
Las andaduras hacia esa realización unitiva, imagen siempre de camino que culmina más allá de todo camino, se representará de modos diversos:
 * peregrinación hacia la Kaaba (o cen­tro) del corazón,          .
 * progresión por una serie de ciudadelas -o Moradas- concéntricas (imagen también usada por Teresa de Ávila),
 * ascenso por la Escala de las estaciones espirituales y "nombres" divinos, o viajes nocturnos a través de las esferas, al estilo de la ascensión del profeta Mahoma desde Jerusalén.
   
"Ha", por Nuria García Masip (año 2016)
  
Tras esa progresión por sucesivas estacio­nes, desde las cuales el “peregrino” contem­pla a cada paso cambiantes interpretaciones del sentido y nuevas perspectivas de la ver­dad y el conocimiento, el sufí alcanza en viaje circular interior su “morada de las no moradas”. 
 
Al explicar naturaleza de tal vía, los sufíes proponen el símbolo de rueda con 3 grados: circunferencia representando vía de los principios universales (shari`a) y radios correspondiendo a caminos (tariqa) conducentes hacia eje central, 3er. gra­do que constituye realidad esencial (haqi­qa). La misma imagen circular se refiere a diversidad de las religiones y creencias que vienen coincidiendo con el centro, aquella realidad primera y última que las origina, legitima, unifica o trasciende.
 
   
REMEMORANDO, ENTRE IMAGINACIONES CREADORAS: FUNDAMENTO DEL ARTE
  
En el pensamiento sufí, especialmente tras Ibn Arabi, el término polivalente Jayal (en árabe: imaginación) se considera desde tres perspectivas principales.
 
En primer lugar, de­signa el cosmos como Imaginación y espejo de las auto-revelaciones divinas. En segundo lugar, es una denominación del ámbito inter­medio entre los mundos espiritual y corpó­reo, en el que sus cuerpos espiritualízanse y los espíritus corporeízanse; lo sensible se torna inteligible o esto adopta sen­sibles formas tal como sucede, por ejemplo, entre sueños. Y en tercer lugar, hace referencia al ser humano como microcosmos...
 


 'Sinan 2' (2003) de Diego Moya
  
Desde dicha última perspectiva, la imaginación es -por un lado- el alma, entendida como un yo humano intermedio sutil y denso: uno y múltiple, vi­sible e invisible, corpóreo y espiritual; y, por otro, es la facultad imaginativa que permitiría integrar los contrarios. Esta concepción sus­cita entre los sufíes una particular vivencia de las artes en tanto que mediaciones receptivas a inspiración creativa de la realidad.
 
Práctica contemplativa central del sufis­mo es la rememoración (dikr) que consiste sobre todo en una repetición de nombres y atributos divinos, recitación de aleyas del Corán u otras fór­mulas tradicionales, por lo general en conjunción con la respiración; y puede ir acompañada de movimientos o visualización para colores y sím­bolos.

Esa reiteración -rítmica- propia del dikr, audible o silenciosa, se corresponde con repetición de los motivos geométricos, cali­gráficos u otros en las artes islámicas. En este sentido, toda obra de arte propiamente sufí habría sido concebida como alguna rememoración consciente que participa del incesante re­memorarse universal.
 
   
RESONANCIAS E ITINERARIOS MUSICALES
 
Desde los maestros del alhambrismo musical del XIX con caracteres orientalistas y exotistas a otros trabajos de arabistas que, como Asín Palacios, españolizaron el islam peninsular han habido muchas manifestaciones culturales que pensaban las Herencias islámicas de nuestra Península como parte consustancial en toda identidad española.

Cultura iberomusul­mana, interiorizada como parte constitutiva del continuo histórico e imaginario integra­do en la propia identidad, ha generado una particular relación artística con inspiraciones de las artes islámicas tan significativamente representadas por su Mezquita en Córdoba o La Alhambra de Granada.
 
  
En el sufismo, que ha inspirado muchas de las más bellas músicas del islam, se considera que la primera experiencia humana fue su Es­cucha de palabra divina. El samá o audición espiritual integra elementos diversos como dikr (recitaciones) y oración, poemas canta­dos, concierto acompañado de danza extáti­ca, etc. La música, el ritmo y la repetición del mismo conducen a un estado de receptividad que propicia una profundo escuchar interior…
 
   
SUFISMO EN EL ESPEJO DE LA POESÍA Y NARRATIVAS
 
Desde sus mismos orígenes, la literatura española está impregnada por elementos tanto forma­les como temáticos de la lengua árabe y culturas islámicas, como se aprecia por ejemplo en el Cantar del Mío Cid o en el Arcipreste de Hita. Los moriscos -y el islam- son un referente esencial del propio Cervantes, quien atribuye su universal Quijote a la pluma de Cide Ha­mete, su heterónimo musulmán.
 
A lo largo del siglo XX, en buena medida por influjo del africanismo, del orientalismo artístico y de los estudios y traducciones de los arabistas (Ribera, Asín, García-Gómez…), la literatura española se va haciendo eco en diversas formas de esa resonancia arabo-is­lámica latente en la Península; la inherente “orientalidad” española se revela en ambi­valencia de un orientalismo que se reconoce por los legados judeo-islámicos para España, recu­perados como herencia en la literatura.
 
 (copyright) Jesús Mª Muñoz Monje [foto] & J.A. Muñoz Rojas [cita literaria]
 
Federico García Lorca (con su Diván de Ta­marit), Rafael Cansinos Assens (traductor del Corán y de Las Mil y una Noches, de las Gace­las de Hafez y autor de una primera antología española de literatura persa), Juan Goytisolo, José Ángel Valente (tan amante del sufismo como María Zambrano), Clara Janés (prolífica traductora de textos sufíes árabes, persas o turcos, autora del Diván del ópalo de fuego que relata líricamente la historia de los aman­tes Layla y Machnún)...

O... Luce López-Baralt (cuya trayectoria como hispanista e islamóloga cul­mina literariamente con su libro de poemas "Luz sobre luz", tan íntimamente impregnado de alusiones a la literatura sufí), Antonio Gala, Francisco Martínez Dalmases (con su narrativa de tema histórico sobre los moriscos) ú Omar Ben Yú­suf y Mario Satz (por la novela Azahar), etc.


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