lunes, 24 de abril de 2017

No todo lo que reluce Oro es; ni tampoco más Desarrollo Humano el mayor PIB total, sólo…


España continúa sumando un Producto Interior Bruto que destaca, con su montante absoluto, como "4º-5º" de la UE, ¿pero qué nos pasa en cuanto al indicador alternativo del bienestar, utilizado por la ONU, según definición del premio Nobel económico Amartya Sen? Ahí -o sea, para el 'I.D.H'- andamos por los escalones más bajos para la Unión Europea: estamos ya en el puesto 27º a nivel global, peor que 17 países de nuestro continente -incluso Eslovenia...- u otros exteriores como Israel, Corea, Hong Kong o Singapur.
 
Y lo peor es que seguimos retrocediendo, cada vez: para llegar a esta posición (27) presente... descendimos hasta 4 niveles -entre dicho ranking mundial- tras de los últimos 5 años; e incluso 6 desde hace 11 más [en 2011 tuvimos una menos mala (23) y otra (21) aun mejor el 2000], según lista del 'PNUD, o Programa de Naciones Unidas para Desarrollo'.

  
El desarrollo humano tiene por objeto la libertad humana: o sea, las libertades del desarrollar todo potencial en cada vida humana -no solo aquél de unas pocas ni tampoco para una mayoría, sino el de todas en cada rincón del planeta- y, además, tanto ahora como para sus futuros.

Esta dimensión -más universal- es lo que confiere al enfoque del 'Desarrollo Humano' su verdadera singularidad con respecto a otros índices, usuales, referentes a los Estados del Bienestar...

  
Desarrollo Humano
 
El desarrollo humano es un proceso encaminado al ampliar las oportunidades de la persona. Pero también es un objetivo, por lo que constituye a la vez un proceso y su resultado. El desarrollo humano implica que las personas deben influir en los procesos determinantes para sus vidas. En ese contexto es un medio importante para los logros del desarrollo humano, y no su fin último, el crecimiento económico.
  
Desarrollo humano lo es el de las personas, creándose capacidades humanas por ellas mismas: o sea, mediante la participación activa en los procesos determinantes del mejorar las personas y sus vidas. Se trata de un enfoque más amplio que aquellos otros referidos a los recursos humanos, las necesidades básicas o/y el bienestar humano.
   

Aquí, ahora, por Fresnedillas...                                         © MMM

  
Cómputos para los Índices del Desarrollo Humano
 
El Índice del Desarrollo Humano (IDH) es un indicador compuesto que se centra en tres dimensiones básicas para el mismo: las esperanzas de vidas al nacer reflejan capacidades del llevar una vida larga y saludable; los años promedio -y esperados- en cuanto a la escolaridad reflejan las capacidades del adquirirse conocimientos; e ingresos nacionales brutos per cápita reflejan las capacidades del lograr un nivel de vida decente.
  
Para medir el Desarrollo Humano de un modo más completo, además, el Informe sobre Desarrollo Humano presenta otros cuatro índices compuestos: un IDH ajustado por la Desigualdad descuenta el IDH general en función de magnitudes calculables para las desigualdades; el Índice sobre Desarrollo de Género compara los valores del IDH para mujeres y hombres; otro Índice más relativo en particular a Desigualdades de Género hace hincapié con empoderamiento para las mujeres; e Índices de Pobreza Multidimensional miden dimensiones de las pobrezas no referidas a los ingresos.
  
  
 

jueves, 20 de abril de 2017

No, ni tan siquiera 'es el hombre un lobo para todos los demás hombres', sino aun algo peor

  
 
¿Cuándo nos ocuparemos por fin de quienes más lo necesitan igual a como lo haría su manada entre otra especie animal -muy salvaje, pero no tan despiadad@...- que nunca suele llegar hasta nuestro ser letales excepto cuando ello es ya realmente imprescindible para el sobrevivir?  
  

 

lunes, 3 de abril de 2017

Meditar, confiar y experimentar (como praxis básica)... según el ingeniero Salvador Pániker

  
Rememoremos lo más prosaico del buen ciudadano poeta don Antonio Machado, en alguno entre sus "Proverbios y Cantares", muy simple 'a la manera del Juan de Mairena': o sea, "es hoy, siempre, todavía"…
 
Sin olvidar otras básicas propuestas -zen- de la gran monja Ana María Schlüter, del "asentarse sobre lo impensable, desde inquietas mentes"…
  
Para concluir centrándonos con el querido e inclasificable sabio Salvador (hermano de Raimon Pannikar), recordando su -recién apagada- voz al aclarar esto, tan bien: 
     
 
No soy ningún experto en prácticas de meditación (…) pero busco entrar a mi manera en la famosa mindfulness budista, del aquí ahora: esto es, abrirse realmente a la experiencia, sin mecanismos defensivos que interfieran; o, al menos, en libertad al margen. La energía brota cuando nos deshacemos de tics y muecas.
 
Algunos denominan eso meditar, remitiendo a unos estados de no-mente, algo así como una conciencia sin contenido; y, si se prefiere, desidentificada desde su propio fluir: conciencias, éstas, que puro testigo son [aunque, atención, ése todavía podría ser otro último bastión del ego: mas cuando cae, ya no hay nada en donde aferrarse, haciéndose al fin puro; y emerge un vacío que, tan bien, libertad es].
  
MEDITAR tiene poco que ver con la concentración, porque no hay un sujeto que se concentre, ningún acto de voluntad, sino abandono activo espontáneo en acción mental/corpórea que trasciende al esfuerzo y la dualidad. Quien medita no debe preocuparse siquiera por evitar las distracciones mentales. Como se lo decía un maestro tibetano al buen Arnaud Desjardins, consiéntele presentarse a la distracción, pues igual que venga se irá: let them come, let them go. Desde la posición del testigo (sakshin), contémplalo.
 
Alan Watts decía que la gente pierde capacidades de sentir cuando va con prisa. Pues bien, este meditar es sacudirla toda... Conseguir atención plena frente al presente, sin juzgar: no poner nuestras mentes en blanco, sino liberarse del apego; es decir, de miedo. Y quizás la única entre las actividades humanas carente de propósitos: quien medita no va yendo a ninguna parte.
 
Es vida sin tiempo, ni finalidad, del sabio zen (También el Maestro Eckhart enseñaba cómo “el hombre sabio no basa sus acciones en motivo alguno). “Meditar es vaciarse de lo conocido”, escribe Krishnamurti. Y añade: 'cuanto conocemos ya sería el pasado”.
  
  
¿Meditar filosofando? Aunque parezcan contrasentidos, para nada está descartado (al menos como un preámbulo), siempre que uno mantenga las distancias –y no se identifique, tanto- con su propio pensamiento. Pues ya enseñó Nagarjuna que a la sabiduría tampoco se llega conceptualmente, y Chuang-tzu dijo que ''cuando aparecen los juicios mentales comienza la destrucción del Tao"… Nos aclaró Wittgenstein que aun cuando podemos tener experiencias íntimas, cualquier cosa que podamos decir al respecto ya sólo es 'lenguaje público'.
  
Con todo, el filosofar puede ser -como digo- un buen preámbulo antecedente del alcanzarse una cierta lucidez. Al fin y al cabo, la palabra sánscrita para dicha meditación es dhyana, íntimamente relacionada con dhyati; cuyo significado sería 'reflexionar', actividad crítica o abocando a 'escuchar', atender frente a lo que ocurre (antes de aplicarle nuestras formas a priori: una operación que se consideraría, en Occidente, imposible).
 
Por otro lado, si hay quien propone técnica de visualizaciones, otros pueden arrancar desde conceptualización. Asumiendo la paradoja de palabras que sirven al trascenderse (La sensibilidad mística dispone de lenguaje negativo, amén del poético, hablando sobre lo que no se puede hablar. Además, como dice la Kena Upanishad, el ‘Brahman’ es «cuanto jamás decir se puede con palabras; pero de tal nos hablará la palabra, por todas partes»)...
  
Se puede arrancar desde algún pensamiento, o sea de la dualidad objeto/sujeto, para luego saltar hacia lo no-dual. ¿Cuándo y cómo se produce dicho salto? No lo sé. Tampoco estoy seguro del que se trate de un saltar. Al menos, no es ninguno que se pueda provocar a voluntad. Sino, más bien, una deconstrucción; y, a lo sumo, cabe su preparación psicosomática para que surja iluminación: espontánea mente.
 
Por otra parte, tal vez la misma energía del pensamiento crítico (cuando si puede ser realmente tal, poniendo en crisis sus propios fundamentos, o asume paradoja última de la razón y deconstruye relaciones objeto-sujeto) sea (transformado espontáneamente, ya, en) conciencias místicas. Así como hay alguna equivalencia entre masas y energías, puede que se dé también otra de crítica con mística.
  
Meditar no es buscar nada, ni siquiera salud; sino permitir que la realidad (el Tao) fluya, espontáneamente: aquí, ahora. Es liberarse, del pensamiento compulsivo, y estar alerta. Meramente, el acto del existir, sin esfuerzo; por gozo puro de hacerlo. Descansar en el atemporal Testigo, vacío e increado; manteniendo recta nuestra columna vertebral, enraizarse sobre la tierra (“Méditer, ce n'est pas décoller mais aterrir”).
  
Si atender al respirar (anapanasati) o a visiones perspicaces (vipassana) son técnicas de meditación complementarias, cuanto tienen común es un situarnos en el ahora y aquí, desenganchados desde Io que ocurriera por otros pasados o pudiese ocurrir con cualquier futuro. Dicho en otra forma: desde tal silencio de mentes, la mirada penetrante, sin expectativas ningunas, accediendo al puro presente. Por ello, habría mil maneras del meditar, para sentarse -cómoda mente- y observar. O sea, de meditación… sin meditarse.
 
¿CONFIAR? Cabe hablar de una confianza –digamos- ontológica, cuando uno se fía de la realidad. O algunas actitudes previas a todo [También aquélla -infantil...- en la del que habremos de cobrar alguna pieza sin demasiados esfuerzos (¡atención: previo esfuerzo, aun cuando no demasiado!)… Lo mío es tal confiar en el hallazgo, inmediato, de algo real. Un punto del partir que ya es de llegada: por eso me atraería el Zen, que siempre se ha llamado a sí mismo “camino del despertar instantáneo”; y no porque sea rápido, sino por liberarnos del tiempo].
 
A esa confianza previa en otras épocas la llamábamos fe (De hecho, la palabra griega pistis debe ser traducida por confianza, más que como creencia). Hoy se trata de reconvertir esa fe, esa pistis, pero ya sin dogmas adheridos ni ápice de realismo ingenuo. ¿Por qué iba, la fe, a ser un monopolio para los creyentes? Pensamos que, más bien, sea energía con lucidez. Porque así es lo paradójico de tal fe, agnóstica y existencial, a la vez (en parte vislumbrado por Lutero: con uno de sus Sermones, enseñaba que “creer no requiere información, conocimiento ni certeza, sino una entrega libre y alegres apuestas”).
 
  
Sabemos cómo -"tal cual"- el mundo no es accesible: navegamos sobre unos mares de interpretaciones, construcciones cerebrales, o adaptaciones para la supervivencia. Y por esa confianza, digo, la fe pura; una cierta conformidad con el vivir[se]. Sentirse a gusto, en la realidad, e independiente mente de las ideas que se tengan al respecto. ¿Creyentes... o ateos? Pero ¿qué importancia tendrá eso? Lo que cada cual piense sobre sí mismo tiene bastante irrelevancia. Es desentenderse ya del problema -de[sde] la fe...- tenerla; y, en todo momento, hacerse lo que a cada uno corresponde hacer.
 
Esa confianza ["Pues, eterna mente, sólo existe ahora" (Schrödinger)…], que salud mental es. [Por otra parte, ¡cuidado: no confundir con ingenuidades de «pensamiento positivo», el cual dice ‘vida es bella, y viva la Virgen!’ A menudo, las vidas nada tienen de belleza. He hablado sobre una cierta conformidad con el vivir, sentirse a gusto por lo real. Mas también es posible sentirse muy a disgusto en lo real o disconformes por la vida. ¿Qué ocurriría, entonces? Pues, para empezar, está el derecho a quejarse. ¿Y ante quién? No sabemos.]
  
La queja también puede ser una pura plegaria, posibles preludios antes de alcanzar la posición del Testigo. En cuyo caso, la misma fe/confianza se diluirá en lo último [y entre todo ello no hay nada; es decir, hay una cierta libertad. E incluso si ésta se pierde, hablemos de la eutanasia]. Ser libres, «más allá del ego»... Somos ciudadanos aterrorizados por algún posible fin del pasatiempo, incapaces de resistir a vacíos, en la realidad pura.
 
Ese terror dispara nuestros atolondrados proyectos de identidad, nuestro parloteo mental y automáticos refugios en la ficción. Incluso con el fanatismo. ¿Se puede vencer esto? Sí, en teoría, y ahí residen los meollos de sabidurías. Abandonarse a todo, incluido el no-ser, sin angustia ni temor. Dicho de otro modo: no esforzarse por ser. Hacerlo, sí, con la obra bien hecha; pero desde cualquier desapego, abandono previo (al Tao) u otras inefables formas, como se quieran -o no- decir… Sin mí, el mundo se hizo... y así seguirá.
  
A mi juicio, el ego es una función útil, pero insubstancial: tenemos egos, como estómago y pulmones; pero no somos ego... C. G. Jung se refirió a un self más allá del ego, el cual se revelaría sólo a través de imágenes arquetípicas. Un punto de vista más bien regresivo. En contraste, la genuina visión oriental no ve inconveniente alguno en concebir una conciencia sin egos, ni arquetipos; ya sea negándolo, como el budismo, y/o transfigurándolo (vedanta).
 
En esos contextos, Oriente transige asumir muertes. Occidente, por contra, se define desde angustia frente al morir (Heidegger). Pero eran más sabios Nagarjuna o Shankara: «La forma es vacío, y el vacío es forma», leemos en el Sutra del Corazón. Inesperadamente, la física cuántica ofrece una perspectiva concordante. Toda materia es -nada más que- alguna modificación del vacío; el cual está ya infinitamente lleno por energías. Nuestro mundo, manifiesto, es una temporal asimetría en los vacíos que se cancelan. Materia y vacío son una misma cosa.
  
Digamos, desde una perspectiva análoga, que también el yo es no-yo. Y viceversa (nuestro ilustre Hume lo vio, hace siglos: “el yo no es más que algún manojo de percepciones varias… en perpetuo huir”). Ese vacío que hay entre uno y otro momentos en mi conciencia, eso, también forma parte del ser consciente. Por tal vacío localizó el yogi tibetano Milarepa la “sabiduría no conceptual”.
  
Meditación, confiarse… y -por fin- EXPERIMENTAR'': lo inmediato. “¡Cuanto nos requiera ser demostrado no vale gran cosa”, escribió Nietzsche. Paradójicamente, tal mismo gran demoledor de ideales trascendentes nos pone sobre pistas a una genuina trascendencia, que sólo sería inmanencia: la inmediatez desde aquello cuanto, más que fin del recorrido, es un punto de partida.
  
No es casual que todas las tradiciones de mística solvente hayan comenzado sus enseñanzas partiendo desde algún cierto absoluto inmediato ["En el principio era, es, la inmediatez absoluta (...) el uno sin segundo” (ekam eva advitiyam), que nos enseña la Chandogya Upanishad]. No hay otra cosa. Y por eso carece.de sentido plantear las “pruebas de la existencia" sobre lo absoluto inmediato. Lo cual no es ontologismo, sino la contrapartida de una vivencia muy especial.
  
Ésta coincide con una conciencia de que la liberación consistiría en llegar a ser lo que ya [se] es: alcanzar el lugar donde [se] está yaEsta vivencia muy especial es también lo más común, pero una experiencia no-dual, 'mística'; y, como dije antes, a primera vista parece bastante inútil hablar sobre la misma.
 
Nada más contradictorio sino el escribir, con cualquier lenguaje inevitablemente dual, sobre la realidad no-dual. Pero cabe remitirse hasta unas ciertas complicidades. Y, de algún, modo deberemos entendernos... Hay, algo... Ésta (y no el "cogito" cartesiano) es la constatación primordial; después ya vienen las explicaciones, o contextos, variados. Y por eso hay místicas religiosas, agnóstica, teísta, devocional, atea...
  
      
[El budismo, ya se sabe, abocó a una mística sin Dios (ateísta, más que atea); y también Occidente, a veces, tantea esta dirección. Por ejemplo, resulta significativo cómo G. Landauer -figura principal en el anarquismo histórico alemán al tiempo que apasionado estudioso del Maestro Eckhart- escribió proponiendo una sin dioses, en su libro Escepticismo y mística (1903); o más recientemente, que J-C. Bologne haya sostenido, desde Le mysticisme athée (1995): “le mysticisme est par essence même athée, et ses raports avec la religión n’ont été qu’un malentendu historique”... Pero no entraré ahora en cuanto sea sólo cuestión de contexto interpretativo.]
  
Es lo relevante decidir que, sí, existe una experiencia genuinamente mística; más allá -o aquí...- de (otras) interpretaciones: aperturas, a-conceptuales, a esta realidad. Y el acceso a tamaños tipos de sabiduría, como ya dije, apenas casi se concibe aquí en Occidente. Porque jamás podríamos deshacernos del pensamiento, es decir, de lenguaje; dado que toda realidad viene siempre condicionada por algunos... Ahora bien, éstos, algo aprendido son; tan sólo. ¿Y si los desaprendiéramos?
  
A esa posibilidad, en Oriente, la llaman meditación. Con lo cual a ser una deconstrucción del pensamiento, solo, pasa la misma. Y se puede meditar incluso filosofando; cualquier pensamiento conducido hasta su límite, ya, es meditación (en la medida que hace posible saltar hasta inexistencia de un centro pensante: entonces, la forma es vacío, y éste prosigue siendo conciencia o -quizá, mejor aun- libertad].  
  
Sabemos que, desde un enfoque conceptual en Occidente, no hay experiencia sin interpretaciones; pues toda ella es finita, dual y condicionada. Ahora bien, aquí hablaríamos ya de otras posibles experiencias puras: no duales e incondicionadas (lo que la filosofía india llama el nir-vikalpa, por contraposiciones a sa-vikalpa). Nos referimos a las formas para experimentarse la realidad más allá de trampas por el lenguaje, al otro lado del sentido común.
  
Sugerimos que desde la experiencia cotidiana de cualquier cosa ya está el Tao, Dios, Vacío, lo Absoluto y cualquiera otra manera como quiera -o no- decirse. Planteamos que tal estado, no-dual, de la conciencia nunca es uno alterado; sino muy real… Estamos ya en lo absoluto, y no existe otro camino especial para llegar al lugar en donde [se] está ya... Las personas místicas no son ningún tipo de atleta espiritual; sino, sencilla mente, del ser lúcido: despiertas.
 
Todo lo cual se acomoda con la doctrina budista del dzogchen, el cual explica cómo la iluminación está ya hoy aquí, o que ni siquiera son necesarias meditaciones; pues no se trata de cambiar nuestra percepción sobre otra cosa, sino del reconocerse pureza en la mente. Y tampoco existirían dos tipos -diferentes- de conciencias, iluminada e ignorante: sólo existe uno; es decir, estamos liberados, ya [Leemos el Tao te king: “Procura estarte quieto / hasta que cualquier acción apropiada, por sí misma, surja”] Sola mente, se trata del reconocerlo; en el desapego.  
 
MEDITACIÓN: en cierto modo, es una manera controlada de no detenerse; meditar se parece mucho a morir [el Zen llama ‘la gran muerte’ al satori, o sea, comprensión y entendimiento iluminado], lo cual también tiene su ventaja (si mueres antes del morir, cuando mueras, ya no morirás)... ¡Es posible vivir sin identificarnos -en exclusiva- con el ego: por mística, y no religión, anularlo cabe!
  
Lo que Buda descubrió fue cuánto sufrimiento (duhkha) es toda vida, estando las causas en el apego (trishna), final mente, mas no hay ningún –verdadero- yo (anatman) sufriente; y quienes esta paradoja tampoco hayan captado son dignos de compasión (karuna) siempre [Lo cierto es cómo pasamos la vida sin entender gran cosa sobre aquello que alrededor sucede, ni apenas nada con respecto a lo que nos está sucediendo, inmediatamente… Y se me ocurre añadir que rellenamos nuestras lagunas con manías, o sea, somos maniáticos a fuer de incoherentes; pues en algo debemos apoyarnos]…
 
Quiere decirse que si ahora mismo murieses a la sensación de identidad separada y tu verdadero Self (que, desde lo existente, la totalidad es) descubrieras, morir luego no supondría sino el caer una hoja en este inmenso árbol; o mejor todavía, un absorberse la gota de agua dentro del océano: dejar de ser gotas, y seguir siendo eso mismo, igual mente. 
 
(desde 4 de marzo del 1996...)
       
 
   
Y en fin, para cerrar el periplo completo por muy distantes convergencias, otro apunte que sumar:
 
Alguna eximia investigadora científica como Begoña Pérez Gómez nos abrió su tesis doctoral reciente -‘On design and implementation of any operational Sea Level monitoring & forecasting system for the Spanish coast’ (ed. O.P.E. Puertos del Estado, 2016)- rescatando esta inmarcesible mención a un siempre oportuno premio Nobel, humanista mente: 

Necesito del mar por lo que nos enseña,
no sé si aprendo música o conciencia,
no sé si ola solo es o profundo ser,
o solo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos…
                                             (Pablo Neruda)                  .