miércoles, 21 de febrero de 2018

Los caminos para la liberación, rondar sobre Psicoterapia del Oriente y el Oeste (A. Watts)

 
Desde remotísimos tiempos ancestrales, por aquel 'Tao-Te-Ching' ya quedó bien establecido cómo "El sabio conduce los asuntos en inacción, sin palabras predica, y del incesante agitarse de las cosas contempla siempre su retorno"...
 
Casi todo un milenio más tarde aún otro shakespeariano, 'Hamlet', nos lo proseguía recordando: "¡Ser, o no ser; esa es la cuestión!"...
      
Y, coetáneo del anterior, el cervantino don Alonso ['Quijote'] advirtió por medio de su "amigo Sancho: como dijo un sabio Side Ahmet ibn´Angeli, las cosas a continua mudanza sujetas para este mundo están"...
 

    
Por fin, durante todo este pasado siglo millones de seres llegaron a proclamar 'La Internacional', global mente: "¡Ni en Dioses, Reyes o tribunos estará un Supremo Salvador; nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor...!"
    
E importa hoy aquí recapitulársenos todo ello, aún algo más, como hace ya medio siglo A. W. tan bien hizo:
    
< […] Unas culturas libres de toda influencia exótica y «puras» no existen, al menos entre aquellas civilizaciones finalmente más desarrolladas. En efecto, es un hecho claro cómo las enseñanzas del 'Sakyamuni' o Buda (Siddharta Gautama) viajaron desde la India hasta medios muy diferentes -Tíbet, China, Thailandia, Japón…- según jamás lo hubiera hecho el Hinduísmo, una cultura total. Pero donde no se registraba la presencia previa para otra institución paralela, tal que por ejemplo el taoísmo entre los chinos, fueron muy difíciles de asimilar bien comprendidas...

Y una entre todas las consecuencias del separarse al Vedanta o el budismo de sus respectivos contextos culturales ha consistido en que los occidentales poco informados los contemplen como alternativas ante la Cristiandad: un cuerpo de doctrinas metafísicas, cosmológicas, psicológicas y morales, en el que se hubiere de creer como simple substituto del anterior. Parecería también como si cualesquier concretas prácticas con tales formas hacia la liberación perteneciesen por entero al dominio de las vidas privadas…
  
Sin embargo, siendo principal función de todo camino liberador su anular «hipnosis» impuestas al individuo por cierta institución social, lo que resulte necesario en California no ha de ser igual para Bengala; porque, según el caso, serán diferentes las afectadas. Y como dos enfermedades, distintas, requieren diversas medicinas...  
 
El nirvana, o moksha, se supone generalmente que implica un desprenderse del universo material y de los organismos físicos; empresa ésta que supondría poderes mentales sobre la materia, capaces del otorgarle a su poseedor las omnipotencias de los dioses. No obstante […] nada se nos ha demostrado sobre que los caminos hacia la liberación equivalgan a una cosa tan trivial como es cualquier substitución de algún estado hipnótico por otro.
 
Sabemos cuánto nuestra percepción, del mundo, guardará relación con la estructura neurológica o las modalidades en que nos ha enseñado a ver el condicionamiento social. Y como hasta cierto punto este último puede ser alterado, tiene quizá sentido el decirse que solo sea imaginario. ¿Mas "imaginaria", también, la estructura del organismo? Nadie puede probarlo…
 
Esta liberación, sin embargo, no se refiere al ‘maya’ (irrealidades) del mundo físico sino a las de la institución social. Donde los textos búdicos declaran que son falsas e imaginarias todas las cosas (dharma) y carecen de una realidad propia (svabhava) esto puede significar que sean relativas, o no tengan existencia propia, pues ninguna puede ser designada salvo en relación con otras; y además porque «cosa» sería unidad descriptiva, nunca una entidad natural…
  
El nirvana será la visión transformada del mundo físico, una percepción de aquél mismo en su plena relatividad. Como lo explicaba T. R. V. Murti, "el Absoluto no es nada contrapuesto frente otra Realidad más empírica, sino que visto a través de las formas mentales (vikalpa) sería un fenómeno (samsara, o sea ‘cubierto’, literalmente); la diferencia subjetiva es, tan sólo por aproximaciones epistemológicas, y para nada de carácter ontológico» […] O según Wittgenstein: «aquello inexpresable, que se muestra, constituye lo místico; el mundo que solo es, no como sea…"
 
Si cualquier maya no residiera en el mundo físico sino entre los conceptos (o formas mentales) por donde puede ser descrito, entonces, claro estaría también cómo será referible a las instituciones de carácter social -el lenguaje, la lógica, sus construcciones- y formas con que modifican aquéllas nuestra percepción del mundo.
 
Esto se torna más claro aun cuando estudiamos la relación entre los caminos de liberación ancestrales y su estructura social o cosmologías populares, para las más antiguas culturas arias; la comunidad hindú se dividía por 4 castas básicas -brahmánica o sacerdotal, kshatriya o militar, vaishya o mercantil y sudra o laboral- en términos de las cuales rol e identidad legal se definían: un hombre perdía toda entidad fuera de su casta, y se le contemplaba entonces tal que animal humano, no ya como una persona.
   
Cuando a cualquiera no lo entretienen con otras alternativas convincentes, puede abrigar certezas de que tamaña cosmología es tan cierta como aquello del girar nuestro Sol en torno a la Tierra […] y creerse que la figura siguiente representa un oso trepando por el tronco de su árbol, lo cual resulta evidente pese al no verse ningún animal: ¿o acaso no será más que cualquier poste formado con muy nudosa leña?
Todas las formas de liberaciones han ofrecido alguna salida del infinito ciclo que supone la reencarnación: tanto Yoga como Vedanta lo plantearon a través del despertarse al verdadero Yo, y el budismo mediante otro comprender que los procesos de la vida no están ocurriéndole a ningún sujeto; esto es, que nadie hay para poderse reencarnar.
  
Coinciden -pues, en otras palabras- respecto al que las almas individuales con sus reencarnaciones sucesivas desde unas vidas a otras, e incluso de un momento a otro, son alguna ilusión traviesa (o maya). Todas las versiones populares de tales doctrinas, tanto asiáticas cual occidentales, aseguran empero del individuo que seguirá reencarnándose mientras no alcance su liberación...
 
Podría expresarse, por lo tanto, alguna tesis que muchos estudiantes en todas estas doctrinas tal vez consideren insólita: aquellos budistas y vedantistas que comprendan profundamente sus propias doctrinas o estén liberados, de hecho, no creerán en la «reencarnación»; al menos con su sentido literal. Entre otras cosas, su liberarse incluyó el comprender que la cosmología hindú no era ningún hecho, sino un mito. Dicha liberación fue, y sigue siendo, una retirada fuera del alcance de toda institución social; no ninguna del hecho de seguir estando vivos.
 
Esta concepción resulta coherente para el fenómeno del cómo, en India, iba cualquier liberación de la mano con renunciamientos a mantener toda casta; el individuo cesaba de identificarse con su rol, o identidad socialmente definida. Subrayaba todo eso, ritual mente: abandonando sus responsabilidades familiares apenas ya la prole fuera capaz de asumirlas, descartando las ropas o -como en el caso de los budistas- vistiendo sólo túnicas ocres que señalaban al descastado tras algún crimen, para retirarse a boscosas montañas...
   
Y luego, el budismo Mahayana incorporó un refinamiento lógico final: aquel quien regresa de nuevo a la sociedad o acepta sus convenciones, pero sin «apego» (Bodhisattva); jugando al juego social, mas no tomándoselo en serio...
     
  
Si pretendo ayudar a que una persona descubra cómo de falso un problema es, debo simular habérmelo tomado en serio. Lo que, de verdad, estaré considerando mediante la mayor seriedad es tan solo su propio sufrimiento; pero se necesita darle a creer que, sin embargo, esto no es otra cosa sino aquello por él mismo estimado como sus problemas.
    
Esas triquiñuelas resultan básicas en medicina y Psicoterapia. Se ha dicho que un buen médico es quien logra entretener al paciente mientras la naturaleza realiza su curación. Esto no es cierto siempre; pero, en general, resultará un principio sensato. Es más fácil esperar cualquier cambio natural cuando uno recibe la impresión del estarse haciendo algo para promoverlo...
      
En ese aspecto, las formas de liberación del Oriente han demostrado un ingenio asombroso: sus gurus o maestros, que la sociedad habría debido señalar como altamente subversivos, le convencieron de que sin embargo eran sus mismísimos pilares [...] Una vez cierto pueblo costero del Japón fue amenazado por cierto tsunami, o sea, marea gigante; pero un solitario granjero, desde los arrozales en la falda del montículo a cuyos pies se hallaba su pueblecito, alcanzó hasta ver aquella enorme ola desde muy lejos en el horizonte. Inmediatamente, puso fuego al sembrado; y los aldeanos, precipitados laderas arriba por salvar la cosecha, escaparon providencialmente del desastre.
     

Tal picardía por el granjero contra esos propietarios de aquellos campos -aparentemente, solo- es como la triquiñuela del guru, doctor o terapeuta, quienes persuaden a la gente sobre intentar soluciones a falsos problemas empleando una conducta coherente con sus propias premisas... 
  
Aun cuando estas formas orientales de liberación sean muy diferentes entre sí, tanto como substancialmente distintas sus respectivas técnicas formales, todas parecen culminar en algunos mismos estados o modalidades de conciencia: caracterizada por una superación ante dualidades del ego y el mundo. Llámese «conciencia cósmica», la «experiencia mística» o cualesquier otras posibles cosas, parece alguna comprensión sensorial del mundo físico tal como un campo. Pero a causa de la condición divisoria -y no relacionante- del lenguaje, dicho sentimiento no sólo resulta de muy difícil descripción, sino que puede sugerir intentos descriptivos contrapuestos.
 
En el budismo, su doctrina subraya las irrealidades de todo ego sustancial, anatman; al tiempo que Vedanta enfatiza la unidad del campo. De aquí que, describiendo la liberación, lo primero parezca simplemente afirmar cuánto un punto de vista egocéntrico se desvanece; mientras el segundo sostiene que descubrimos cómo nuestro verdadero yo es el Yo del universo. Los eruditos pueden discutir cuanto les plazca sobre matices y detalles: la experiencia práctica desemboce en una sola y misma cosa.
  
Nada, pues, hay de oculto ni sobrenatural en dicho estado de conciencia; y sin embargo los métodos para intentar alcanzarlo son complejos, divergentes. Uno se pregunta qué tienen tales caminos en común, o cuál pueda ser su ingrediente más esencial […] Para lograrlo, elaboremos una descripción simple pero exacta de lo que ocurriría entre un guru o maestro Zen y su discípulo, dentro del contexto social en que tiene lugar esta relación.
 
Lo que hallamos es bastante parecido a un combate de judo: el experto no ataca, sino que reposa esperando un ataque, deja que planteen sus problemas los discípulos. Luego, cuando al fin sobrevienen los ataques, tampoco él intenta oponerles resistencia; rueda con ellos y los termina llevando a su conclusión lógica, desmoronamiento de aquella premisa social falsa sobre la que se asentaban las preguntas del correspondiente interlocutor...  

Alguna terapia psíquica que dé buen resultado puede resultar del Psicoanálisis (de Freud), por otro "Consejo no-directivo" (Rogers) o con más 'Psicologías analíticas' (Jung) Las teorías y métodos difieren, o divergen, pero pueden compartir un factor esencial oculto. Sin embargo, hay buen motivo para ver cuánto las liberaciones obtenidas no provienen desde ninguna reencarnación física, sino del pensar y sentir en medio de la confusión...
 
De cualquier modo, debe presentarse una evidencia en favor sobre tal punto, para cerciorarnos con respecto a que las Psicoterapias u otras formas hacia la liberación tienen un campo común. Empezaremos por cierto hecho muy bien reconocido, de cómo todas aquellas prácticas orientales liberadoras (como Vedanta, budismo, Yoga o taoísmos… aunque podrían incluirse -también- al Sufismo islámico y algunos aspectos del jainismo...) declaran que nuestro ser consciente ordinario egocéntricamente solo es por alguna conciencia limitada y empobrecida, sin fundamento en la «realidad».
   
  
Está por verse si es física o social su base, ¿biológica u, objetivamente, sólo cultural?, pero […] en cualquier caso, el método incluye algún tipo de meditación; pudiendo tomar forma tanto del atender concentrado -sobre ciertos objetos, problema o aspecto de la conciencia, en especial- cuanto de otras observaciones relajadas y desapegadas a cualquier cosa que por las mismas mentes nos viniere, simple mente. Cabría ser expresado con intentos del suprimir todo pensamiento verbal, o como dialéctica para desarrollar el más riguroso hasta sus últimas consecuencias.
 
Podemos resumirlo por la pretensión de tomar conciencia directa del yo perspectivo, si bien cabe desarrollar otra idea: tal yo no es nada posible de ser conocido; ni tampoco el cuerpo, las sensaciones y pensamientos, o aun tan siquiera la conciencia. En cierto momento se solicita del discípulo investigar con forma exhaustiva e implacable por qué ansía la liberación, sencillamente; o quién es el que desea ser liberado. Los métodos varían, pero no sólo entre diversos maestros o escuelas, también de acuerdo con distintos temperamentos y necesidades de sus discípulos...
  
La misma división de opiniones se da en Psicoterapias pero, de hecho, siempre hay algún guru en uno u otro sentido; a veces sería sólo un amigo, que da consejos, otras cierto libro: la servidumbre generada en relación social debe ser disipable a través de otra.
 
¿Se considera en Asia la liberación referible al condicionamiento social, más bien que a los físicos o metafísicos, realmente? Mis propias conversaciones directas con los maestros de budismo Zen sobre tamaño asunto no me han dejado la menor duda. Nunca he hallado uno solo que creyera en la reencarnación de naturaleza corporal; menos aún que se atribuyese ningún tipo de poderes con carácter milagroso, literalmente, sobre su propio mundo físico...
 
En otras palabras, la reencarnación no debe ser entendida literalmente, como corporeizaciones consecutivas de un ego individual, ni siquiera como cadena del «karma» individual, o configuración de conducta causalmente conectada […] Las multitudes de vidas del individuo reflejan su multiplicidad sólo en vínculos físicos y sociales...
  
Empero es el caso que los problemas de su existencia no son importantes para una correcta comprensión del budismo. De acuerdo con la filosofía Madhyamika desde Nagarjuna, dicha cadena lineal -eslabonada, o causal, entre «cosas»- es puramente conceptual (vikalpa) y descriptiva; evitaríamos la mar de confusiones con sólo mantener clara cierta idea: del que tanto las cosas como los fenómenos expresan apenas unidades descriptivas, mas no fracciones reales, de todo aquello cuanto estamos describiendo.
 
  
De cualquier modo, deberíamos agregar alguna referencia sobre las actitudes del propio Buda frente a esto, tal como se han recogido por testimonios. En los textos canónicos claramente surge cómo él negaba toda realidad sobre cualquier ego substancial; pero que jamás negó, ni tampoco afirmó, las posibilidades de «vidas» pasadas o futuras. Lo consideraba un asunto trivial, porque no se proponía liberar al hombre del mundo físico, sino con respecto a su estilo egocéntrico de conciencia.
 
«Si de un hermano, Ananda, cuyo corazón estuviera ya en libertad hablase alguno diciendo Su credo es que cualquier Arahant (liberado) prosigue después de muerto…" absurdo sería; o si… ”Es credo suyo que un Arahant no sigue luego…” ni “Sigue y sin embargo no lo hace después de morir… e incluso “No sigue ni deja de seguir, una vez muerto", todo eso serían también absurdos…»
  
Para la doctrina original de Buda toda especulación metafísica o interés en milagrosos controles, del mundo físico, eran tenidos no sólo por banalidad sino también como estorbos concretos a la liberación. Además, no existe una teoría de la reencarnación física en el taoísmo; y de acuerdo con A. K. Coomaraswamy, la interpretación adecuada del Vedanta es que «lo único -y singular- transmigrante…» sería un ‘Supremo Yo’, el Atman-Brahman; nunca, pues, ningún alma individual.
   
Esos enfoques disolvieron las totalidades de cosmologías reencarnacionistas en la vetusta India, reduciéndolas bien al mito, o bien a simple posibilidad que nunca debería preocuparnos. La pesadilla de que un mismo individuo soportara -su miseria, enfermedad y muerte, repetidas- durante períodos infinitamente largos del tiempo, o un cautiverio por siglos en las cámaras para tortura de los demonios, llegó a su fin entre una sencilla comprensión del que no hay nadie para sufrir todo esto...
   
En esto consiste toda la técnica para las hipnosis, del “suave (ju) camino (do)” por el cual un operador persuade al sujeto de que no puede desobedecerle: la liberación búdica recibe nombre del despertar (bodhi) por el sencillo motivo de su equivalencia con los finales para una hipnosis social... Ser hipnotizado sería simular, inconscientemente, que quien nos hipnotiza es -digamos- invisible; algo así como convenir que un juego resulta serio, porque yo estoy dentro de mi piel y mis campos visuales fuera…
  
  
Ahora bien: ignorar contexto en acontecimientos es propiamente lo que designa el término avidya (o desconocimiento), budista, que se disipa con la liberación. En cierto modo […] cualquier disciplina búdica deja tras de sí la ignorancia inconsciente -todo acto selectivo habitual de la conciencia, que deja fuera del foco al contexto, para coger cada cosa «separada»…- gracias a una intensa concentración.
  
La ficción del ego agente se difumina en presencia de atención plena y acabada sobre lo que realmente sucede al elegir, decidir, intentar o ser espontáneo. Es entonces cuando se logra llegar hasta comprender que la conciencia en atención es avidya, o ignorancia, y no puede ser de otro modo…
  
Mas el principio budista de que «la forma es vacío (sunya)» no implica, en consecuencia, que las formas no existan. Significa, sí, que son inseparables de sus contextos: la forma para una figura es, también, aquella de su fondo; una silueta queda tan determinada por cuanto deja fuera como con lo que lleva dentro. La doctrina de sunyata, o vacuidad, sólo afirma que no existen formas por mismas; pues cuando se concentra uno en alguna cosa individual ésta se complica, más, con el universo entero.
  
La visión búdica del mundo como dharrnadhatu -liberalmente traducible por «campo de funciones relacionadas»- no difiere mayormente con respecto a concepciones que la ciencia occidental tiene sobre lo real, solamente una de las visiones resulta vivencial y otra teórica.
 
Poéticamente, el dharmadhatu se simboliza por medio de una vasta red con piedras preciosas, como si fueran gotas del rocío sobre alguna telaraña multidimensional. Examinando cerca cada una de tales gemas, observaremos en ellas los reflejos desde todas las demás. La relación entre dichas piedras recibe nombre técnico de «cosas, ciertas, y sin obstáculo» (shih shih wu ai); vale decir que cualquier forma, en particular, es inseparable frente a todo el resto.
   
En suma, pues, la disciplina budista tiende a comprender que cualquier angustia o conflicto (duhkha) emana desde aprehensión (trishna) de las entidades extraídas del mundo por ignorancia (avidya): con el verbo aprehender quiere decirse actuar o sentir hacia ellas como si fueran independientes de su contexto. Eso es poner en movimiento el samsara, o círculo vicioso: tratar de resolver el falso problema de las luchas entre vida y muerte, placer y dolor, bien y mal, yo y no-yo; en una palabra, conservar toda «separatidad» ante la vida, del ego.
    
Pero el estudiante, por la meditación disciplinada, descubre que no podrá evitar ese tipo de aprehensión mientras insista pensando en sí mismo como ego capaz del suspender acciones o actuar […] Descubriría las irrealidades del ego al advertirse cómo éste no puede aprehender la realidad ni dejar de hacerlo.
   
Así promoverá el nirvana, lo cual es la salida del falso problema: se siente como si todo yo fuera, o estuviese sucediendo -incluso «mis» propios pensamientos y acciones- por sí solo […] Esto es, en consecuencia, sentir la vida: no como encuentro del sujeto y el objeto, sino cual campo polarizado donde la contienda entre opuestos se ha convertido en el juego de los mismos [...] Debido a ese motivo, el budismo aparea percepciones (prajna) y compasión (karuna), en actitud apropiada del organismo hacia su medio ambiente socio-natural; descubriendo cómo tal tornadizo límite entre un individuo y el mundo, que denominamos conducta individual, es común entre ambos...
    
En correspondencia, pues, con la visión final del mundo como campo unificado (dharrnadhatu) el budismo encuentra por cada hombre plenamente liberado un Bodhisattva, quien está completamente libre para tomar parte atenta en el juego cósmico y social […] Su posición concuerda, por tanto, con la del Atman-Brahman de Vedanta, aquel «Yo» inclasificable e inidentificado que desempeñaba todos los papeles en el drama cósmico y social […] Es en este mismo sentido que “los zorros tienen madrigueras, o las aves de nuestro cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza” (Mt. 8,20)…
    
La relación entre proceso liberador y convención social es aún más clara cuando pasamos a China desde la India: el taoísmo, en tanto que sendero hacia la liberación, suele ser descrito como fundamentalmente antitético al sistema de normas sociales del Confucianismo; pero es un error grave analizarlos como puntos de vista mutuamente excluyentes, a la manera del determinismo y el libre albedrío. Para el ideal confuciano es básica una idea del que cualquier ordenamiento adecuado en la sociedad se fundará sobre su «rectificación del nombrar(se)», o sea, un acuerdo acerca de alguna definición sobre los roles y sus relaciones.
  
Las posiciones taoístas, en cambio, declaran que ninguna definición de tal tipo puede ser tomada en serio. Los nombres o palabras deben ser definidos por medio de otra verborrea, y... ¿con qué palabrería definiremos esta última? De aquí el comienzo del celebrado clásico que a Lao-Tsé se atribuyó: «El Tao (Camino de la Naturaleza) del que se puede hablar No es el Tao Absoluto; los nombres que pueden pronunciarse No son Nombres Absolutos, el Sin-Nombre constituye origen del Cielo y de la Tierra; El Nombrar (o Nombrado) representa la Madre de Todas las Cosas»…
      
«
Pero el Tao jamás tuvo nombre, ninguno... Porque, así como se dan los nombres, uno también debe saber detenerse. Sabiéndose detener, es posible tornarnos inmortales». Este «saber en dónde ya detenerse» recibe nombre, más general, de wu-wei: el cual significa «no-acción», o «sin-interferir»; pero que debería entenderse más precisamente como no actuar en conflicto con el Tao, sendero y curso de la naturaleza.
  
Va contra el Tao, por ejemplo, tratar de coagular sus incesantes transformaciones en nombres fijos; porque, si no, esto a las estructuras de la Naturaleza les daría sólo apariencia similar al lenguaje: pareciendo multitudes de cosas diferentes, más que múltiples relaciones cambiantes. Puesto que realmente, y en esto último, no hay modos como para ubicarse fuera de la Naturaleza e interferir con ella. El organismo del hombre no se confronta con el mundo; sino, más bien, está en él
  
Por eso, dice Chuang-Tzu: «¿Cómo podrá estar tan oscuro el Tao que requiera una distinción entre lo cierto y aquello falso? […] Nada no siendo esto hay; ni que tampoco aquello sea […] Ésta es la teoría de interdependencias entre aquello y esto. Sin embargo, la vida sería generada por las muertes, o viceversa»
  
  
La filosofía del wu-wei (o no-interferencia) implica, pues, un consejo aparentemente peligroso: recomendar que la gente se acepte tal como es. Lo cual perturbaría mucho menos el orden social que forzar al ser humano a destrozarse persiguiendo ideales imposibles […] «Afánate por conservar en el mundo la simplicidad original. Y así, tal como el viento sopla donde se hace presente, deja también establecerse la virtud por sí sola… La garza es blanca no bañándose a diario; y negro el halcón sin pintarse cada día…»
  
Se confiaba en la naturaleza humana lo suficiente para dejarla librarse a su propio aire, por estar recogida en el Tao; el cual a su vez era percibido como un orden coherente natural, manifestado en la bipolaridad no-dualista entre lo positivo (yang) y sus negatividades (ying)…
 
Los caminos de liberación van «hacia fuera y abajo»; como el agua, cogen rumbos con la menor resistencia; siguen las caídas naturales del propio sentimiento; nos tornan en estúpidos, ayudando a rechazar los refinamientos por el aprendizaje; dejándonos inertes cual hojas a merced precisa del viento. Eso quiere decir que la inteligencia resuelve sus problemas recurriendo al menor esfuerzo, con suprema simplicidad; y es por medio de tales conceptos cómo el taoísmo inspiró a los creadores japoneses la técnica del judo: fácil y suave Tao.
 
Hay paralelismo evidente, aquí, con la filosofía para las Terapias no-directivas de Carl Rogers; en ella el terapeuta sólo traza conclusiones lógicas de cuanto los clientes piensan y sienten, según sencillo proceder del reformularlas con la manera más clara posible. Sus intervenciones redúcense al expresar lo que ha entendido, él, en las palabras de un cliente. Se confía en la sabiduría del «potencial de crecimientos positivos» para cada ser humano, quien deberá elaborar su solución al problema planteable, a poco que se lo hayan enunciado con forma clara y coherente.
 
El propio terapeuta, pues, se ofrece tan «estúpido» y «pasivo» como un taoísta: careciendo de teoría sobre lo que va mal en su paciente, o qué debe hacerse, para obtener la cura […] Todas las posiciones taoístas -como aquella otra de Wittgenstein- consistirían en que sí puede haber alguno lógico; pero, a cambio, no existen los problemas de carácter natural o físico...
  
Por lo cual podría deducirse que los taoístas abogaban en favor de un primitivismo romántico, similar a la idealización del ‘Buen Salvaje’ durante todo el siglo XVIII europeo. La conclusión resultaría natural si separásemos enteramente los pasajes citados de su contexto social; pero Needham nos dejó un convincente desarrollo sobre la idea de cómo aquella «tecnología» o artificialidad a las que oponíanse los taoístas eran del sistema feudal, cuyas leyes no hacían sino proteger su explotación y cuya técnica se redujo al manufacturado armamentista.
  
Hay otro hecho aún más importante: el Confucianismo, pese a su indudable mérito, era una concepción escolástica, ritual y puramente teórica de algún orden social, pero despojada del menor interés en lo natural. Toda literatura taoísta refleja su profundo e inteligente interés por los modelos o procesos del mundo natural, y deseo de basar las vidas humanas desde principios observables en él, para contraste con los arbitrarios debidos al ordenamiento edificable sobre violencia…
   
Si esto es primitivismo romántico, las Psicoterapias actuales no lo serían menos, cuando promueven formas de vida. que van más acordes a la biología humana que con cualquier tradición social […] Como ha señalado Needham, aquí se aprecia un cercano paralelismo con las rupturas entre alguna ciencia occidental que leería del libro escrito por nuestra Naturaleza y otros escolasticismos próximos, los cuales hojean sólo páginas en Aristóteles, la Biblia o Sto. Tomás de Aquino…   
  
Desde interacción del budismo Mahayana y taoísmo, entre los años 400 y 900 d.C. surgió a escuela de Ch’an -o sea, más tarde, Zen- con sus asombrosas técnicas que proponían liberaciones, no ya por exposición verbal sino mediante «directísimo señalamiento». La posición fundamental del budismo Zen dice no tener nada por decir; o, una vez más, que la Naturaleza tampoco es ningún problema:
  
   Las colinas azules son sólo eso, azules colinas;
  y las blancas nubes, nada más que nubes, blancas…
  
Las dificultades del Zen se hallan entre la problemática, en principio insuperable, del conseguir que las personas comprendan cómo su vida y muerte no son realmente problemas […] Análogamente, con sus respectivos métodos taoísmo, Vedanta y budismo nos enseñan que la vida deja de parecérnoslo en cuanto advertimos hasta qué punto el ego es una ficción social.
 
Claro es el que las enfermedades y la muerte pueden resultar dolorosas, pero su tono problemático estará solo dado por cuanta vergüenza arrojen sobre nuestro ego: ese bochorno sería el mismo que sentimos cuando se nos ha cogido fuera de nuestros ‘papeles’, por ejemplo…
  
 
El estado de conciencia que sigue a la liberación, del ego ficticio, se comprende con bastante facilidad en términos neuropsiquiátricos. Podemos recordar cómo uno entre los más importantes hechos físicos que reprime la socialización es el de que toda nuestra experiencia sensorial viene constituida por estados del sistema nervioso […] Y, si todo ello se ve cierto, resultará obvio que la sensación del ego es pura hipnosis.
  
La sociedad va persuadiéndole al individuo del hacer lo que desea ella, creando apariencias de que sus órdenes tan solo sean la voz desde un yo íntimo individual: “lo que nosotros deseamos es lo que deseas tú”. Y ello representa una duplicidad conceptual como la mostrada por aquella madre que a su hijo -empecinado en el cubrirse con lodo, amasando un pastelón de barro- le dice «¡Pero querido, tú no quieres meterte por todo ese fango!»; es información capciosa, no más ni menos que la «Gran Mentira Social»...
 
Supóngase que, gracias al método para las formas orientales de liberación, se interrumpiera ese falso reflejo del que «yo veo estas otras visiones, o siento aquel otro sentimiento, míos» […] Sólo algún cambio de tal orden explicaría la sensación, tan habitual en instantes consecutivos al liberarse (satori), del que cada uno mismo es el mundo externo; y las acciones exteriores nuestra propia obra. Se habrá de conocer a la percepción, entonces, como aquello cuanto en realidad es: relaciones de campo y no, ya, un encuentro...
    
Además, al respecto, tenemos razonablemente demostrado algo próximo a tamaños cambios de la percepción: un entender cómo en cualesquier sensaciones no hay sino estados del organismo, propio, es lo que produciría el ácido lisérgico LSD-25...
  
Para comprender esto debemos remitirnos, primero, al contexto social de cualquier liberación en la India más antigua: normalmente, nadie pretendía ingresar a estas disciplinas más que ya por la etapa terminal de su existencia. Entre diversos asrhans (estadios vitales), el periodo liberado del "morador en los bosques" (vanaprastha) sólo sobrevenía una vez agotada la previa etapa como "padre de familia" (grihastha). Se consideraba que la liberación emancipaba, no solo de cualquier convención social, también sobre las responsabilidades comunitarias.
  
El budismo Mahayana modificaría de modo radical dicha noción (…) y las respuestas para nuestro problema radican más aquí en disciplinas que permanecen inesperadamente ligadas a la cultura hindú: Vedanta o Yoga. Si bien parece significativo que igual viera, en el proceso de individuación con sus Psicoterapias, un objetivo apropiado ante la última parte para cada vida Jung: una preparación al morir...
  
En fin, el sahaja (o genuina espontaneidad) nada tiene que ver con los cultos al placer: "es una doctrina del Tao, y un sendero de no-propósitos". O sea, que todo lo mejor viene hacia nosotros y aparece como alcanzable por nuestras manos; pero en cuanto nos esforzamos, para retenerlo, semejaría estar eludiéndonos perpetuamente...>